¿Para qué unas campanas que no suenen? ¿Para qué acallar la voz de las campañas?
Todos crecimos oyendo la voz de las campanas. Campanas que resonaron en nuestros oídos transmitiendo el legado religioso de nuestros antepasados, campanas que nacieron con la voz intrínseca en su garganta, para llamar al templo con la expresión innata de su tañer como símbolo y blasón inmarcesible de sentimientos que nacieron al compás de las creencias religiosas sembrando y reforzando el patrimonio cultural de nuestra raza impregnada de tradiciones que influyeron e influyen en nuestro comportamiento ético- social, como lección primigenia en la formación de principios y valores.
¿Para qué acallar de la voz de las campanas, cuando ellas tienen en su interior la misión de sonar, porque esa es su naturaleza de existir cumpliendo una función en la sociedad como iconos de su religiosidad ?
¿ Por qué proscribir a las campanas para que silencien su voz en un país católico y tejido con principios democráticos? ¿Para qué silenciar la voz de las campanas cuando ellas despiertan la voz de las conciencias? ¿Para qué prohibir que suenen las campanas cuando crecimos con su tañer en nuestros oídos? ¿Para qué inmovilizar a los badajos que con su actuar le sacan sonido a las campanas?
Quienes tenemos el honor de ser pueblerinos, llevamos en nuestra historia personal , con creencias o sin creencias, grabado en nuestras memorias, incrustados los sonidos de las campanas asociados con sublimes significados como impresiones primarias de nuestras experiencias que contribuyeron a la formación de nuestra personalidad.
¡Para qué campanas muertas¡ ¡Para qué campanas silenciosas, cuando el silencio es muerto y necesitamos despertarlo para que canten la oración de amor en el altar de quienes tienen sus creencias como prioridades en su vida!.
Que no se acallen las campanas de mi pueblo, porque las campanas silentes, no son campanas. Que no se mueran las campanas, porque con las campanas muertas, se mata la fe de nuestros antepasados y de quienes aún viven creyendo en las tradiciones de nuestros mayores.
Las campanas, son la voz de un pasado que se perpetúa a pesar de los embates de una sociedad corrupta que quiere sobrevivir en el miasma del nihilismo como parte de la crisis con ribetes caóticos y con vestiduras apocalípticas
“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán acabar la primavera”.
Parodiando, podrán silenciar las campanas, pero su sonido espiritual, seguirá sonando y sonando con sonido inagotable por generaciones, porque las campanas deben sonar como arraigo social, como patrimonio de un pueblo que ha aprendido a vivir en el mundo de los estímulos como patrimonio cultural, orgullo de nuestras tradiciones como legado inmaterial de nuestros antepasados.
Siquiera se murieron los abuelos, creyendo en el tañer de las campanas, diría nuestro gran Jorge Robledo Ortiz.
Que sigan las campanas al vuelo con su tañer, invitando al recogimiento espiritual, llorando para enterrar a nuestros muertos, danzando su sonido para recitar epitalamios en los banquetes de amor o para celebrar cualquier acontecimiento de regocijo o de tristeza, porque : “la voz de la campana, también es la voz del pueblo”
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