Camaleonismo Político

LA POLÍTICA ES DINÁMICA Y DE ACCIÓN, de ahí la excusa lavamanos para justificar, aunque sea armando argumentos falsos envueltos en coloridas palabras que los académicos llaman sofismas, para  usar la sagacidad  y versatilidad de los politiqueros para demostrar habilidosamente sus dotes como malabaristas  profesionales en el arte de la  acrobacia saltando de árbol en árbol explorando dónde hay mejores y jugosos frutos en el gran huerto de reino de la política y de la mal llamada democracia.

La lealtad, la gratitud y la ética, que son virtudes adheridas a la conciencia de los seres humanos, se desgastan terminando devoradas por las ansias ilusorias del poder.

No es fácil entender las posturas ideológicas de muchos de nuestros dirigentes que ni ellos saben qué es lo que piensan, dejando de lado sus fundamentos doctrinarios e ideológicos para ir en pos de otros que ofrecen mejores garantías desconociendo a sus electores que ingenuamente los eligieron.

Con razón decía un sabio de mi pueblo: “Si uno no sabe de dónde viene, mucho menos sabe para dónde va”. ¿Será que esto les está pasando a muchos de nuestros políticos?

Esta metamorfosis, no solamente es física como les ocurre a ciertas especies del reino animal como parte de su razón biológica, es la transmutación mental, afectiva y emocional de nadie menos que se dice, es el ser racional por antonomasia.

Todo parece indicar que el colorido del poder atrae a los comerciantes de la política para alinearse con quienes tienen el ponquè más grande o la mermelada más dulce, para  mutuamente hacerle el daño al país en confabulaciones que no son muy ortodoxas y a las cuales se les ha hecho oposición por muchos años.

No es de extrañar que quienes tienen el ejercicio político como profesión no calificada  sin ser politólogos, tengan qué venderle su alma al diablo cuando las circunstancias adversas les voltea la moneda como única alternativa de sobrevivencia, demostrando su falta de dignidad para honrar a sus electores,  a sus jefes, a sus tradiciones, pero…, que los ideólogos, los doctrinarios  y quienes han tenido como discurso la oposición y han enarbolado las banderas de grupos de vanguardia ofreciendo alternativas de cambio y de renovación, sean desleales y traicionen  con felonía, ellos sì cometen un pecado social que difícilmente sus adeptos o militantes podrían  perdonarles.

No se explica que personajes que hicieron escuela en las corrientes de opinión contrarias a las que han ejercido sempiternamente el poder, hayan terminado arrodillados ante un Estado que antes iba en contravía de los intereses sociales y cuando  tienen una imagen nacional y han peleado supuestamente a favor de los desprotegidos, terminan inexplicablemente a la luz de la razón, en brazos de un “  sistema burgués, plutocrático, pro-imperialista “, en virtud de ambivalencias y ambigüedades como artilugios para lavar sus propias culpas. Manifiestan que el pluralismo ideológico, la tolerancia, la convivencia pacifica, la apertura política, el proceso de paz, las nuevas corrientes de opinión, son los argumentos para aceptar altas posiciones que definen estar en el gobierno si no pensando, por lo menos actuando de acuerdo con unos lineamientos doctrinarios y dogmáticos del Estado vigente, sin revelar las verdaderas intenciones como es acceder al mando, que aunque soterradas, es fácil deducir que la atalaya del poder es muy seductor.         

Duele, que mueran las esperanzas de cambio con estos personajes que cuando ganan liderazgo, se diluyen sus ideologías entregándose en subasta al mejor postor, olvidando la vergüenza de ser impostores, desleales, traicioneros, felones y hasta Judas.

Están a la vista, Angelino Garzón, quien terminó como vicepresidente sin voz y sin  voto, Luis Eduardo Garzón, ministro del Trabajo sin mayores méritos y Clara López, (que no es tan clara ), ministra del Trabajo y presidenta del Polo Democrático Alternativo.

Y, el presidente Santos, satisfecho maquinando para dividir las fuerzas de oposición que parecía que tenían cohesión y algunas posibilidades de hacer los cambios que todos solicitamos y estamos conscientes, pero que nadie se atreve a darles continuidad en el tiempo.

La historia los juzgará.