Mario Vargas Llosa nos enseñó bien a que nos enfrentamos los pueblos de América Latina con los remedos de democracia. Y lo hizo con su propio país, cuando los peruanos debieron elegir, por no haber más, entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala. "Es como elegir entre un cáncer y un sida", lo dijo el premio nobel desde su acentuada empatía por los gobiernos de derecha.
No creo que se moleste mucho si hoy aplicamos su frase en Colombia que jamás ha estado tan a la derecha como para la segunda vuelta presidencial. Es muy creíble que no haya justicia capaz de calificar como delitos electorales la compra de votos mediante artimañas que bien pueden llamarse mermelada o promesas de campaña. Me pregunto qué había en esos paquetes cerrados que les dieron a los asistentes a un acto de campaña la semana pasada. Yo no soy agente del estado para haber hecho el respectivo registro, al menos para salir de dudas.
La democracia colombiana está tan enferma de lo mismo, que la única seguridad que tenemos para el próximo 15 de junio es una analogía exacta de lo sucedido en Perú. La sola idea de que la hija de un presidiario hubiese sido presidenta habría sido una verdadera ironía. Del otro lado la cosa no era diferente, Humala jamás fue reconocido como un gran político, de hecho mediocre y digno de desconfianza. Pero ganó. No sé cuál de los dos era el símil del cáncer o el sida, según Vargas Llosa.
Sin embargo, no soy capaz de dudar de que luego de las próximas elecciones Colombia quedará enferma de uno de estos dos males gravísimos, terminales y de alto costo. Un costo que por cierto pagaremos todos. Para desgracia del país, en Colombia no hay médico tratante, sino pueblo resignado.
De hecho, a los colombianos, según me dijo un doctor en Filosofía, nos han investigado por el alto nivel de resiliencia (adaptación a toda circunstancia), en particular a todos los males sociales que nos aquejan, sin hacer nada. Ya ven que siempre estamos entre los países más felices del mundo.
Sí, felices con 7 millones de desplazados, con 250 mil asesinatos por causas del conflicto, con 30 mil desaparecidos, con los desgreños al erario, con las negociaciones turbias de los bienes públicos, con los gravámenes imposibles de pagar, con los costos bancarios usureros, con la ineptitud de los gobernantes, con el poder que llegan a tener los delincuentes.
El 15 de junio sabremos cuantos colombianos se hicieron el pajazo mental de creer que Santos o Zuluaga pueden revertir esos males. Sus asesores y las cuotas burocráticas son caso especial, así sumen, ellos solo cuidan su plato de sopa (la mayoría), mientras que la minoría puja por multimillonarios y corruptos intereses.
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