En numerosas ocasiones cuando escucho o debo elaborar una nota periodística acerca del delito de Concierto para delinquir, termino pensando en la forma cómo los jefes de los partidos en Caldas han mantenido el poder. Ni siquiera puedo desligarlo del hecho de que algunos (no son muchos) terminan en la cárcel y los otros (bastantes) ocupando curules en el Congreso, en las asambleas, en los concejos y puestos en cuanto cargo público se pueda proveer en virtud de la misma asociación para ejercer el poder.
Dice en el Código Penal colombiano que en el crimen se incurre "cuando varias personas se conciertan con el fin de cometer delitos". Entre los agravantes, según la norma, están organizar, fomentar, promover, dirigir, encabezar, constituir o financiar el concierto o la asociación para delinquir.
La política también es un concierto de voluntades, que se ejerce en asocio para conseguir el poder, en nuestro departamento hay que decirlo es haciendo uso de prácticas vergonzosas, que nada tienen que ver con los principios del buen gobierno.
Lo que más la deslegitima son fenómenos que los mismos legisladores no son capaces de aprobarlos como delitos, por ejemplo el nepotismo y el clientelismo, circunstancias que desencadenan el tráfico de influencias, el interés indebido en celebración de contratos y demás delitos asociados a la corrupción.
Inevitablemente termina mirando en la historia reciente, o no tanto, en la forma cómo surgió en Caldas una alianza (entre unos liberales y unos conservadores) hace 30 años que ha mantenido en cargos públicos a decenas de funcionarios, familias enteras, vinculados al liberalismo y al conservatismo. Muchos también se mimetizaron en la U, Cambio Radical, PIN y otros. A la larga todos siguen siendo rojos y azules.
El exsenador conservador Omar Yepes defendió la efectividad de esa alianza hegemónica en días pasados cuando fue testigo de la defensa del dirigente liberal Ferney Tapasco, procesado en la investigación por el homicidio de Orlando Sierra, mi profesor en la cátedra de Periodismo de Opinión. Entre las perlas que soltó en su declaración sostuvo que el poder se ejerce con la gente cercana. Nada es más evidente.
La escena parecía nacida de un libretista truculento: De un lado Tapasco, condenado por concierto para delinquir, porque se benefició de la influencia paramilitar en Caldas. En la otra esquina el gran dinosaurio del conservatismo. Los dos estaban de nuevo cerca, esta vez en una sala de audiencias, el primero juzgado y otro llamado por la defensa de aquél, para sustentar una presunción de inocencia. Sin embargo, En vez de ilustrar la diferencia entre delinquir y hacer política el acto reafirmaba la irónica semejanza entre ambos.
¡Ah! Y la alianza sigue vigente, según dijo el exsenador.
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