De todo el cinismo y sofismas de los que es capaz de expresar el excomandante paramilitar de Caldas, alias Alberto Guerrero, me quedé pensando en una de sus afirmaciones, que hoy puede ser la clave del ambiente de inseguridad que respiramos en Manizales: el que controla la Galería controla a todo Manizales.
Lo dijo y lo repitió con una severidad tan tajante como el memorando que le costará el puesto a un mal trabajador que necesita de su empleo para alimentar a su familia.
Ese descarnado enemigo de los caldenses, redentor de matones y corruptos políticos dejó de decir muchas cosas importantes en el pasado juicio a Ferney Tapasco, por el asesinato del subdirector de LA PATRIA, Orlando Sierra, pero no pudo contenerse para advertir lo que seguramente saben las autoridades, que la Galería es el epicentro de la delincuencia de la ciudad.
En esa sórdida zona, que no es solo la plaza de mercado, se concentra el virus maligno de la inseguridad manizaleña.
Allí no se requiere orden, al contrario el caos es una bendición, porque las monedas circulan tan rápido que enriquecen y empobrecen una y otra vez a sus cotidianos habitantes, en medio de la mugre y el abandono. Estos son en realidad los camuflajes perfectos de una bien organizada delincuencia, que irriga a toda la ciudad con drogas, con prostitución, con sicariato y con armas para cometer atracos.
Si esto lo sabe alias Alberto Guerrero, con mayor razón lo deben saber las autoridades mediante sus muy promocionadas labores de inteligencia. Ahora lo sabemos mas manizaleños. Ahí está pendiente el más ambicioso resultado positivo de la Policía.
Va siendo hora de que el control de Manizales lo tengan de nuevo los buenos, como sucedía hasta hace 20 años, cuando caminar de día y de noche era simplemente cuestión de elegir sin ningún temor qué ruta recorrer.
La competencia por el dominio de la Galería se vuelve entonces un asunto de provocación. Por ahora la delincuencia está ganando, aún cuando los mejores recursos y el apoyo ciudadano, a la hora de elegir, siempre están con sus autoridades, prueba de ello es que pagamos servicios, impuestos, consumimos en centros comerciales y negocios formales.
Manizales tiene institucionalidad, pero está amenazada porque el mayor centro de intercambio de productos de primerísima necesidad, el punto que nos conecta con nuestra raíz campesina en cuanto es sinónimo de alimentación, está mezclado con los tres negocios ilegales más rentable del mundo: la droga, la explotación sexual y las armas.
De esa siniestra tolerancia a la ilegalidad terminan sirviéndose los corruptos. Haciendo uso de toda una combinación de malvadas herramientas, se aprovisionan de dineros mal habidos para ganar curules y mandatos. Hasta les sobra con que anular a sus contradictores, que van desde los que se dejan sobornar hasta los que hay que liquidar social, moral, psicológica y hasta físicamente. Y quién lo creyera, en este último ha jugado un papel fundamental la Galería.
Cuanto sabemos ya de la Galería y que poco hemos hecho por controlarla legalmente.
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