A raíz de la publicación que hizo el gobierno de las cifras de reducción de la pobreza del año pasado, el periódico El Heraldo, de Barranquilla, hizo el ejercicio de ir hasta donde una de esas familias que estaban en la lista de 1,2 millones de personas que habían dejado de ser pobres.
El enfoque de la noticia, que puede ser consultada en el siguiente enlace http://tinyurl.com/7atlopq, fue comprobar cómo lo hicieron. Y lo que uno nota, más allá de la habilidad para el rebusque de Domingo Machado, el jefe del hogar, es todo un entramado institucional detrás de él y los suyos, que aparentemente permitió que superara la línea de pobreza.
Las críticas sobre las cifras no han sido pocas (los invito a leer una muy inteligente publicada en La Silla Vacía http://tinyurl.com/6vwo7fr).
Sin embargo, lo que me interesa aquí es preguntarme: ¿cómo lograron salir de la pobreza quienes no se vieron beneficiados con una estrategia estatal pensada específicamente para ello? ¿Y cómo lo hicieron si estaban a mediados del siglo pasado?
Quiero citar, si se me permite, el caso de las dos generaciones que me antecedieron en mi familia, pues entre una y otra pasaron de la pobreza a hacer parte de la clase media.
Más allá de cualquier estrategia financiera de economía familiar, les anticipo que la conclusión es lo que, después de tanto insistir, puede sonar a lugar común: la educación.
El comienzo
Nace mi abuelo, Antonio José, en Casabianca (Tolima). Hacía parte de esas familias que hoy en día el presidente Santos llamaría de “los pobres más pobres”. Fue el undécimo de 16 hijos. Trabajó desde los siete años. Siempre fue analfabeto.
A los 15 años se fue de su casa. No tenía zapatos y comenzó a trabajar al jornal recogiendo café y cortando caña. Su situación, con respecto a la vida que llevaba, empeoró.
El cambio
Se casa con Cecilia Helena, mi abuela. Años después, cuando él estaba sin trabajo, se sudaba arroz, se conseguía un huevo y hacían tortilla para todos, incluyendo los hijos.
Finalmente fueron 10 hijos: 6 mujeres y 4 hombres. Él accedió a un crédito del Estado para obtener un lote y construir una casa en el barrio Viveros, de Manizales. Pasaron momentos realmente difíciles en los que, simplemente, no había comida en la noche o a la hora del almuerzo.
Antonio no sabía leer ni escribir, y nos contaba una anécdota según la cual algún día fue a una tienda, preguntó por el precio de unos productos y quien lo atendió le respondió que estaban anotados en un tablero, que por favor leyera, escogiera y luego solicitara lo que requería. Ante su impotencia, desde ese día -nos decía- se propuso darles estudio a sus hijos.
Por eso a todos los matriculaba y los hacía ir a estudiar.
Los frutos
Los hijos comenzaron a graduarse del colegio y a trabajar para, años más tarde, costearse la universidad.
A sus 61 años, cuando aún trabajaba sin un sueldo fijo y lejos de Manizales, los tres hijos mayores tenían empleo y asumieron la obligación de los padres y los demás hermanos.
Él aceptaba que en aquella época (1979) ya “no se veía tanta pobreza”.
Antonio muere en el 2005.
En cifras
*Los 10 hijos terminaron el bachillerato.
*6 son profesionales: 3 docentes, 1 abogado, 1 contador y 1 enfermera.
*De los 10, hay 2 pensionados, 7 empleados y 1 subempleada (Antonio y sus hermanos siempre fueron, a duras penas, subempleados).
*8 viven en Manizales.
*Entre esos 8, el promedio de salario es de $1 millón 900 mil (unos más, otros menos).
*De esos 8, el promedio de salario de los 7 que tienen un trabajo formal es de $2 millones 500 mil.
*Y de esos 8, el promedio de salario de los 6 profesionales es de $2 millones 900 mil.
Si se comparan esos sueldos con el promedio mundial (como se puede hacer con la información de este enlace http://tinyurl.com/cljwrjo) se concluye que:
*El primero y segundo promedios están por debajo de la media.
*El tercero está por encima de la media.
(La media mundial es $2,6 millones).
Sin embargo, todos están por encima de la media en Colombia, que es de $1 millón 240 mil.
Habrá otros factores que hayan contribuido, claro está. Pero cuando comparo mi familia, a ojo, con otras, por ejemplo, de la misma cuadra en la que Antonio levantó su casa, las cuales tenían similar origen campesino y en las que incluso hubo menos hijos, pero faltó educación formal, hoy las diferencias son notorias en cuanto a calidad del trabajo de los hijos y calidad de vida.
Ojalá los esfuerzos del gobierno vayan un poco más allá de garantizar el acceso a la educación como un requisito para superar la pobreza, y se piense en brindar educación de calidad.
Nos hablamos en @chernandezoso.
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