Debí escribir este artículo antes de que más de la mitad del mundo odiara a Alejandra Azcárate. Lo debí escribir antes porque hoy pocos me creerán, pocos entenderán que a ella, a pesar de su malograda columna sobre las gordas, más de la mitad del mundo la veía como una pequeña rebelde, y ella, claro, se mantiene montada en ese cuento.
Esa “mujer sin pelos en la lengua”, “realista”, ha contado con seguidores por montón por el hecho, dicen quienes la admiran, de no guardarse sus verdades.
Al leer los comentarios a su reciente columna, me encontré con este: “Alejandra, si por alguna razón llega a leer esto, quiero decirle que me encanta su forma de decir las cosas! es simplemente admirable que por fin haya una persona capaz de decir las cosas de frente, eso es lo que necesita este país! Aplaudo su sinceridad, su forma de pensar, en fin, todo! Gracias por permitirnos tener la dicha de leer sus artículos. Adelante! Y aunque no use, "me le quito el sombrero"!”
Es cierto que más de uno se desinfló cuando ella escribió lo que escribió, porque la admiraban, a pesar de que antes había escrito infinidad de frases que aspiraban a una pretenciosa rebeldía (pásense por las demás columnas que ha escrito en Aló, o por los fragmentos de su stand up comedy en youtube, donde también hay entrevistas).
A Isabella Santodomingo, compañera de tarima de Azcárate, le escriben y la admiran por razones parecidas.
Pero no nos quedemos en un solo perfil de rebelde inflado.
Juanes representa otra clase de esta especie. No solo es porque en cada concierto, para animar la fiesta, grite por el micrófono: “¡qué chimba tan hijueputa!”. Lo dijo en Manizales (sí, yo lo vi). No solo es por eso.
Nos lo pintan como otro pequeño rebelde porque, por ejemplo, se ha mostrado de acuerdo con la legalización de la marihuana (http://tinyurl.com/77dg796). Y salen sus seguidores a decir: “Juanes presidente de Colombia, jajaja, una idea loca pero qué bueno que tuviéramos un presidente así de inteligente”. Esto se lee aquí http://tinyurl.com/858sh8n.
Espero que algún día Juanes escriba, al menos, una letra como la de Canción Protesta, de Aterciopelados (http://tinyurl.com/579alg). Su grito en el desierto se escucharía un tanto más sincero.
A estos personajes los sobredimensionan, sobre todo, en las redes sociales. En campaña política tuvimos el caso de la Ola Verde, esa andanada de twitteros e usuarios de Facebook que se volcaron sobre Antanas Mockus para evitar la llegada del sucesor de Álvaro Uribe.
En aquella época internet se tiñó de verde en un, por qué no, sincero cansancio del sistema político (aunque es claro que Mockus estaba más cansado de Uribe que del sistema). Y, sin embargo, perdieron y hoy el Partido Verde es parte de la Unidad Nacional de Santos.
Bien lo dijo el inteligente Carlos Cortés en su blog de La Silla Vacía: “elegimos presidente a Antanas Mockus en Facebook (en la primera vuelta), con 50 mil ‘tuits’” (aquí el post completo http://tinyurl.com/7sc2ev3).
En política no solo ha sido la Ola Verde.
Twitter se rebeló contra Juan Manuel Corzo, el presidente del Senado. El hashtag #Corzotón se volvió Trending Topic (de los temas más tratados en esa red social).
Y aparecieron los adalides: el escritor Gustavo Bolívar (Sin tetas no hay paraíso) y el actor de telenovela Gregorio Pernía (Las detectivas y el Víctor, La hija del mariachi) se arrogaron el liderazgo de la campaña de indignación, que terminó en una manifestación en plaza pública con muy poca gente, lo que generó la siguiente conclusión de El Espectador: “La jornada contra las declaraciones de Juan Manuel Corzo tuvo más fuerza virtual que presencial” (http://tinyurl.com/894w5gn).
Corzo continuó en su cargo e, incluso, hizo de conciliador de la Reforma a la Justicia, que ya sabemos qué contenía.
Son solo unos ejemplos.
Conclusiones
El problema para los twitteros ciudadanos que hacen de su timeline un rosario de frases de indignación, de aquellos que solo se rebelan en la comodidad de la virtualidad, es que creen que, solo por ese hecho, están cambiando el mundo. Muy a su pesar, aún en Colombia no es posible pensar que Twitter sea realmente un lugar de acción a partir del cual se generen cambios de políticas públicas.
Y para retomar, el problema de los rebeldes inflados por los medios como Azcárate, la Santodomingo o Juanes (seguramente hay más), es que son como grabaciones, llenos de frases hechas que les es difícil modificar. Si por alguna razón a alguien le da por proponerles un grado más complejo de la discusión, algo que se salga de sus parámetros, de sus lugares comunes, seguramente no sabrían qué más decir.
Nos hablamos en @chernandezoso.
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