Los lugares comunes no son inofensivos y tienen una carga que pesa mucho a la hora de interpretar el mundo.
Para este post propongo tres, de muy distinta índole, que, en mi concepto, deberíamos repensar y revaluar:
La palabra futuro, en esta frase, adquiere una connotación de progreso y desarrollo que la realidad se encarga de desmentir a diario. Nos consolamos creyendo que quienes vienen detrás de nosotros cambiarán el panorama en unos años, mientras las cifras evidencian que si no se actúa rápida y eficientemente las necesidades de los niños aumentarán cada vez más (http://bit.ly/IT6DfJ).
Como ejemplo están los cerca de 5 mil niños que no se matricularon este año en el departamento. El secretario de Educación, Tulio Marulanda, ha explicado la deserción en “la falta de motivación de la familia para que los niños y jóvenes estudien; la falta de motivación de los estudiantes; y, particularmente este año, la demora de la contratación del transporte escolar”.
Quizás debamos comenzar a hablar, más precisamente, de que los niños son una posibilidad de buen futuro en Colombia, si y solo si…
Es una postura que ha hecho carrera. Decir, por ejemplo, que todos somos culpables de males como la corrupción, de la prolongación del conflicto, de los desmanes de nuestros políticos. ¡Claro!, nosotros los elegimos. ¡Claro!, cada ciudadano debería poner su granito de arena y tener valor civil para denunciar.
Pero a quienes nos quieren meter a todos en la colada hay que decirles que esa lógica tiende a ser un tanto perversa, en la medida en que lleva a “la aparente desaparición de la responsabilidad individual sobre los crímenes, en un lenguaje que criminaliza al conjunto social mientras libera de culpas a los asesinos”. Así lo dice Eduardo Posada (a quien ya cité antes en este blog).
Pero hay que marcar diferencias para no vernos obligados a pronunciar actos de contrición cuando no hay razones para ello.
Esta es la cuota ligera de este trío de lugares comunes para revaluar, aunque tiene tanto de largo como de ancho. Es una creación de nosotros, los medios: nos referimos a Juanes, a Shakira, a Fonseca… como artistas. Un producto, sin duda, de la resonancia internacional que ellos han ganado, pero que resulta siendo poco razonable.
Para sustentar lo que quiero decir consulté a Carlos Fernando Alvarado, un querido profesor y amigo que adelanta un doctorado en estética. Él me escribió lo siguiente:
“Me viene a la mente la figura del artista genio, propia del siglo XVIII, que guardaba el honor de este nombre solo para los hombres tocados por la mano de Dios. No eran creadores, sino mediadores en cierta estela de la divinidad. La figura tiene un giro interesante con las vanguradias del siglo pasado. Figuras como el artista sufridor, destinado a hacer solo a partir del padecimiento, de una extraña condena o maldición donde la obra es un purgatorio y el resultado de un modo de expulsar demonios de la época. También el artista-esquizo, cercano al arte contemporáneo, que trabaja precisamente contra los modelos o paradigmas, y su postura es la de la contracultura”.
Y concluyó: “Palabras más, palabras menos, diría que en esas categorías no veo cómo Juanes o Shakira puedan ser llamados artistas. No creo que la voz de Dios esté en las suyas, no creo que su arte emule los círculos del infierno, mucho menos una resistencia al statu quo. Por el contrario, lo mantienen”.
(Ahora bien, no por el hecho de que no sean artistas habrá que dejarlos de disfrutar).
¿Se les ocurre algún otro lugar común?
Nos hablamos en @chernandezoso.
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