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La Universidad del Rosario y el Consejo Privado de Competitividad (CPC), en su nuevo informe anual del Índice Departamental de Competitividad (IDC), muestran cómo se han modificado las dinámicas en las regiones del país en cuanto a los indicadores que hacen más o menos competitivos a los departamentos. El panorama muestra que Caldas se mantiene séptimo, que es un buen lugar, pero que podría estar mejor. Nuestra calificación bajó de 6,08 a 6,03 sobre 10 en el último año.
Para esta medición se toman en cuenta 13 pilares, de los que hacen parte 106 indicadores en total. Una alerta, en el caso de Caldas, es que al comparar el informe del año pasado con el actual se tiene un descenso en 8 de esas variables, mientras que en 3 se mantuvo y solo en 2 subió. Ahora bien, también es verdad que para el 2022 se hicieron ajustes y cambios en algunos pilares, lo que hace que no sean plenamente comparables los dos periodos.
Las posiciones de los demás departamentos tampoco sufrieron mayores cambios, y lo que se evidencia es que hay fortalezas y debilidades estructurales que deben ser analizadas para mejorar o remediar puntajes desfavorables. Entre lo positivo para Caldas está el tercer lugar en la adopción de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), aunque en el 2021 era segundo. También es muy positiva, desde luego, la primera casilla en la adopción de los programas TIC. Otro punto destacable es el tercer lugar en el pilar de Innovación, con segundo puesto en investigación de alta calidad, revistas indexadas en publindex, investigadores per cápita y modelos de utilidad.
Sin embargo, nuestra gran debilidad es lo ambiental. Caldas está en el puesto 27 en el pilar de Sostenibilidad Ambiental (entre 32 departamentos), el cual es considerado clave en un momento como el actual, en el que el desarrollo debe darse con criterios limpios y amigables con el entorno. Lo más preocupante es que, pese a que este ha sido nuestro lastre desde hace años, en lugar de mejorar empeoramos. 
Hay subíndices como los activos naturales que bajaron al lugar 26 y 29 entre los departamentos colombianos en proporción de áreas protegidas, lo que configura un grave retroceso. Los problemas en indicadores clave como servicios ambientales y disposición de residuos sólidos, proporción de áreas protegidas, generación de emisiones CO2 en fuentes fijas, empresas certificadas ISO14001 y tasa de deforestación, entre otros, tienen que enfrentarse con mayor determinación.
Otra alerta es que en educación superior y formación para el trabajo, que han sido motivo de orgullo, perdimos impulso. En el 2020 éramos segundos, el año pasado bajamos al cuarto lugar y en el 2022 la tendencia en caída continuó. La cobertura bruta en formación técnica y tecnológica (puesto 10), la educación para el trabajo y el desarrollo humano (11) y la proporción de estudiantes en Instituciones de Educación para el Trabajo y el Desarrollo Humano (IETDH) matriculados en instituciones certificadas (15), afectan mucho ese indicador.

En el Eje Cafetero, Risaralda avanzó del quinto al cuarto lugar (6,33 en puntuación), lo que evidencia que en el vecino departamento hay un trabajo más consistente y estratégico para ser cada vez más competitivos. Es urgente que analicemos todo el panorama y establezcamos estrategias que nos permitan recuperar el terreno perdido y mejorar todo aquello que significa debilidad.