Cuenta el Pbro. comunicador español Jesús Mauleón que hace algún tiempo recibió para un ciclo de conferencias en Europa al gran obispo de Brasil Helder Cámara, a quien él llamó un vendaval que estremecía y movía. En algunos lugares presentó antes de sus palabras la llamada “Sinfonía de dos mundos”, obra compuesta por el músico suizo Pierre Kaelín, con comentarios del obispo Helder quien comenzó diciendo: “la creación será para siempre el gran misterio de la audacia de Dios, que hizo del ser humano un colaborador en su obra”.
Presentados los cinco movimientos de la sinfonía, el obispo seguía con sus comentarios a la situación del mundo, sus convulsiones, sus vendavales, sus intentos de crecimiento. “La violencia número uno, decía, es la miseria que mata a mucha más gente que la guerra’’. Siempre terminaba invitando a mantener una luz de optimismo, porque los creyentes en Jesucristo debemos estar empeñados en la transformación del mundo a través del amor. Hay que hacer caso al deseo de Juan Pablo II de construir la civilización del amor pasando por la justicia. Helder fue propuesto tres veces para obtener el Premio Nobel de la Paz, pero su esencia religiosa no lo permitió; obtuvo sí el Premio del Pueblo para la Paz de los países escandinavos.
Es un hombre que aunque hable de los conflictos del mundo y sus causas, es un hombre de paz como testigo del Evangelio que es. En su presencia uno se acuerda de otros grandes líderes rodeados de guerra, pobreza e injusticias, pero impulsores de paz brotada de la Fe en Dios como Luther King, apóstol de la unidad de razas; Teresa de Calcuta, presencia entre los más marginados del planeta; el Abbé Pierre, quien desde Francia en los años 70 se insertó con los recicladores de su tiempo a quienes llamó “los traperos”; Charles de Foucauld, apóstol entre los más abandonados del Africa; el Padre Damián, gestor de una mirada realista y cariñosa hacia los leprosos abandonados en la llamada “isla maldita”. Páginas de la historia con protagonistas de hombres y mujeres de profunda Fe en Jesucristo, que como un vendaval conmueven y estremecen impulsando nuestra indiferencia hacia un real compromiso .