El gran escritor de preciosa expresión y sólido contenido Padre Larrañaga escribió el libro El pobre de Nazaret, describiendo a Jesús de Nazaret “quien siendo rico se hizo pobre” y vulnerable. Años después escribió El pobre de Asís, resaltando a uno de los santos que mejor ha vivido el Evangelio: Francisco de Asís, cuya memoria se celebra el 4 de octubre. Francisco era caballero de Asís, hijo de rico comerciante, estimado y admirado por sus múltiples dotes.
Un día, recorriendo Asís y los talleres de telas de su padre, descubre la pobreza de miles de personas que forman familias siempre carentes de todo. Decide hacerse pobre y vivir como tal, pero sin la secuela de odios y amarguras, decide llamarla “la hermana pobreza”, fuente de serenidad y alegría. Descubre en Jesucristo el ideal perfecto para ser feliz y le llamará siempre: “mi Dios y mi todo”, reposando permanentemente en el Señor, cubriendo su existencia de sencillez.
Se siente sumergido en un mar de belleza, de inmensidad sorpresiva. Un día escribe uno de los himnos a la creación: “laudato si”, alabado seas mi Señor por todas las obras del universo; forma parte de las alabanzas agradecidas que desde La Biblia saltan como juegos pirotécnicos de danza y canto en los Salmos y en los cánticos como el de Daniel 3.
Su corazón se hizo universal, no sólo con el cosmos hermoso, sino que bien supo que sin amor mutuo, sin afecto de hermanos, la misma creación sería fuerza de destrucción y odios. Por ello un día lanzó una divisa de amplio contenido: “paz”, y bien enmarcó un saludo que es eco de aquel lanzado en Navidad: “Gloria a Dios y paz a los hombres”. Hoy la plegaria eclesial se hace poesía para decir: “Ven Francisco, que los hombres te vean por el mundo peregrino, liberado sin alforja y sin dinero en el cinto y anuncia la paz y el bien con los labios florecidos. Ven con los brazos sin armas, hermano, suave y pacífico, ven menor de los menores de corazón compasivo, profeta sin amargura, ven con el ramo de olivo”.
Hago memoria de un buen colega periodista, Hernando Saldarriaga, quien comentaba que una frase de San Francisco le había estremecido: “pocas cosas deseo y esas pocas, las deseo poco”. Canto de libertad que nos hace falta.