Que en estas fiestas de comienzo de año me atreva a sugerir que, por dura que se presente la vida o el nuevo año, no debemos perder la esperanza y el amor en nuestra vida, se debe a la tendencia que tenemos de mirar más la desgracia que la gracia, el camino oscuro que la aparición de la luz; deseo apoyarme en dos vidas que marcan esta fecha, 4 de enero.
El 4 de enero de 1809 nació Luis Braille, quien a los tres años perdió la vista pero no el ánimo vital, y regaló al mundo el método de lectura para ciegos a partir de signos leídos por los dedos, que se ha extendido con el nombre de “método Braille”, de lectura para invidentes. En verdad fue un ciego vidente, vio el futuro desde la luz interna de su alma e iluminó el caminar de muchas vidas.
También un 4 de enero el de 1960 murió un gran exponente de la literatura, premio Nobel en 1957; ya en sus obras “El mito de Sísifo”, “La peste”, “El extranjero”, “Calígula” y otros escritos, influyó en hacer énfasis sobre la maldad humana que con la guerra destruye felicidad y estabilidad vital.
Hace eco a los horripilantes años que vivió la humanidad con motivo de la guerra mundial terminada en 1945 y que él experimentó en carne viva y lamentó los resultados que vinieron como consecuencia.
Me niego a estar feliz, decía, en una sociedad en que los niños son torturados a pesar de la dicha que causa lo sensible; alguien ha dicho de él que vivió en una “honradez desesperada”, una mezcla de luz y tinieblas, de dicha y dolor; ante las ruinas que dejó la guerra, siente más un sentimiento de orgullo desencantado que un impulso hacia la espiritualidad.
Es alguien que ve pero que el dolor le hizo ciego para el futuro, de oscuro mirar para el presente... Una expresión muy suya la lanza por medio de uno de sus personajes: “lo único que hace falta es creer en Él a causa de lo que es. Yo no comprendo todo lo que Él dice, pero lo amo porque lo mataron” y señaló la Cruz.
Para comenzar este año debemos ser realistas frente a la violencia y ceguera de muchos para caminar, pero ser creativos de esperanza como Braille y abiertos a la luz como Camus.
Quisiera ser como el pequeño pajarillo que en el amanecer frío y lluvioso de algunos días, desde un árbol borroso por la neblina, hace sentir con brío su bello cantar, su armonioso trino, su musicalidad de la existencia.