Después del 12 de octubre de 1492 el camino de esta parte del mundo entró en una etapa que para muchos fue un descubrimiento, para otros una destrucción de lo autóctono, para otros masacres y abusos; para algunos el caso de una fusión, pero para todos una nueva situación. La Iglesia fue testigo de abusos y glotonería de bienes, derrumbamiento de culturas valiosas, pero siempre quiso traer el Evangelio de Jesús de Nazareth como aporte de crecimiento.
El 15 de noviembre de 1504 llegó un decreto Papal creando las primeras sedes apostólicas en esta nueva etapa de esta parte del mundo; se buscó organizar los pasos evangelizadores evitando los casos de imposición o asomo de fuerza e imperio y estar al servicio de las comunidades indígenas.
El 15 de noviembre de 1628, a más de un siglo de inserción en la vida ya fusionada, sucedió un brote dentro de esa dura labor que se adelantaba. Ese día fue asesinado un servidor del Evangelio, Roque González, que venía laborando en las famosas "reducciones de Paraguay". Ese proyecto que avanzaba con positivos resultados consistía en traer a los indígenas, diseminados en los campos o escondidos en las selvas por miedo a los colonizadores de la realeza, a vivir una experiencia comunitaria: vivienda común, escuela, hospital, capilla y siembra de huertos para el consumo familiar.
Estaban reducidos o reunidos en un lugar para vivir libres del peligro de las armas y convivir fraternalmente en una economía solidaria como fruto de una vida en el amor cristiano. Pioneros de esta experiencia fueron los Padres Jesuítas, que buscaban contribuir a una alegre evangelización. Pero una orden real empapada en criterios de opresión y de posesión trajo luchas violentas, en una de las cuales recibió el martirio Roque González; momento triste que sepultó una experiencia saludable.
Ahora me alegró ver la participación de la Iglesia en la liberación del papá de nuestro Luis Díaz, pues es presencia activa y servicial en nombre de Jesús, con sencillez y alegría. Es acción concreta para vivir lo que el papa Francisco en la misma tónica nos dice en la carta "fratelli tuti" ( todos hermanos).