Se dice que cuando los conquistadores desde aquel 12 de octubre de 1492 llegaron a estas tierras escucharon que eran bienvenidos a “Abia yala”; es decir, a “la tierra madura” que brindaba a todos la riqueza de los campos.
Siglos después, el 11 de octubre de 1962, el papa Juan XXIII sonreía al inaugurar el Concilio Vaticano II que con la reunión de casi la totalidad de obispos del mundo deliberó al ritmo orante y humilde durante cuatro años y extendió el contenido del Evangelio a la expresión de 16 documentos que dieron solidez al ser y quehacer de la Iglesia en un mundo herido por dos guerras mundiales y la ampliación de las dudas e incertidumbres que preguntaban: “¿es posible creer en Dios después de los campos de concentración?”.
Hace ocho días, el 4 de octubre del año 2023, el Papa Francisco dió apertura al Sínodo de la Iglesia, que busca seguir fiel a Jesucristo en medio de un mundo con novedades nunca antes vistas, retos que amenazan la supervivencia de la raza humana, retos que invitan a creyentes y no creyentes a tomar responsabilidades sobre el presente y el futuro.
El papa Pablo VI había dicho que “la Iglesia tiene necesidad de ser evangelizada”, es decir iluminada frente a los nuevos y difíciles pasos a seguir en la actual coyuntura mundial y eclesial. La verdad es que unos saben algunos caminos, otros no tienen idea y otros ni se interesan; algunos han experimentado pasos para salir de la pobreza, el odio, la marginación, y otros no han dado un solo paso. Algunos toman en serio el cambio climático y otros ni se lo imaginan.
Por ello la experiencia del Sínodo ha querido reunir voces y experiencias de todo el mundo, sobre todo de los creyentes en Jesucristo como presencia en el mundo ya que “la mies es mucha y los obreros pocos”. La unión afectuosa y dialogante del Papa con cardenales, obispos, laicos nos instala en un luminoso intercambio que de seguro dará esplendor para la marcha de todos.
Se está haciendo realidad lo que desde hace años se canta en las pequeñas comunidades de Brasil: “sueño que se sueña solo puede ser pura ilusión; sueño que se sueña juntos es señal de solución”. No dudemos, el Sínodo que en dos etapas (2023 y 2024) estará como fuego del Espíritu Santo en la Iglesia, será viento refrescante para hacer realidad a Cristo, ayer, hoy y siempre.