Los comportamientos del ser humano, son imprevisibles. Tan complejos, tan intrincados, tan poco sometidos a estándares e indicadores de normalidad, que terminan dominados por la subjetividad.
No es fácil calificar lo que ocurre en la extensa frontera colombo-venezolana. No es fácil señalar en forma objetiva los motivos que originan la toma de decisiones que para nosotros son arbitrarias y abusivas que violan los derechos humanos de nuestros connacionales, pero que para quienes son sus ejecutores están dentro de sus lineamientos legales y constitucionales avaladas por supuestas intenciones de humanismo y hasta de ciertas “ falsas filantropías”.
Lo evidente, si dicen y muestran la verdad de los acontecimientos y que nosotros les creamos, es que duele con dolor humano ver a nuestros hermanos cargar su pobreza al hombro implorando la protección y la solidaridad de quienes moral y políticamente debemos hacerlo. Duele, que nuestros congéneres tengan un día que dejar una patria llena de riquezas para viajar a un mundo que solo les plantea incógnitas indescifrables y con muy escasas posibilidades de éxito. Duele, que los seres humanos tengamos posturas, políticas e ideológicas tan disímiles tratando de excluir a quienes no piensan como los amos del poder.
No es explicable a la luz del humanismo, que tanto se pregona, que regímenes pensados y sustentados en el bienestar social, se comporten con la brutalidad inteligente haciendo alarde del poder autocrático sin pensar en las consecuencias de sus actos irracionales en virtud de una supuesta legitimidad . Legitimidad que se desvirtúa por su propia peso de antidemocracia, sectarismo y envanecimiento que producen las mieles del poder.
Duele, que los medios de comunicación estén atentos a espectacuralizar los hechos, “magnificar”, dicen otros, tratando de ganar “rating” en el afán de competir, algo que hace parte de su naturaleza empresarial en vez de aprovechar su poder de convocatoria
para ayudar con acciones efectivas a mitigar el dolor de los desplazados.
No se entiende cómo los gobiernos, que son los responsables de brindar bienestar a sus pueblos, porque para eso se hicieron elegir, sean los artífices de equivocadas determinaciones que producen efectos contrarios. Lo más deprimente, es que los afectados siempre son los más débiles, siendo precisamente quienes mayor protección
debieran recibir.
¿ Si estará nuestro país en condiciones de recibir con dignidad a los refugiados que regresan tratando de hallar abrigo en su propia casa ? ¿ Será que estamos maduros para hacerle frente solidariamente a las inmadureces de Maduro ? ¿ Será que económica y políticamente existen los recursos para atender emergencias que son imprevisibles y, en consecuencia,no son fáciles de atender y resolver ?
Algunos pescadores que esperan en río revuelto para cazar ganancias politiqueras, se frotan las manos maquiavélicamente o mejor diabólicamente acusando al alto gobierno de su indolencia y se sus desaciertos opinando y censurando desde sus sillas cómodas y abollonadas sin sentir ni frío ni calor, pero eso sí, instigando, atizando la hoguera para para que el humo se encargue de oscurecer el ambiente y la atmósfera se vuelva más turbia para entrar a cobrar réditos en forma insensata y antipatriótica. Algunos, son tan torpes que rechazan las vías diplomáticas como el camino expedito para la solución de conflictos y han recomendado la violencia. Desde luego que lo hacen, porque saben a ellos, a sus hijos y allegados, no les pasa nada. Están blindados y el fuego de la guerra no les va a hacer ningún daño. Otra cosa sería que tuvieran que echarse el fusil al hombro y salir a pelear por la dignidad de Colombia corriendo todos los riesgos y rigores de una guerra entre hermanos.
Bueno sería que esta patria, la casa de todos, fuera más humana y que nuestros hermanos sin espíritu de aventureros no tuvieran que irse a soportan odiseas y vicisitudes en tierras extrañas y que aquí el pan fuera para todos y no para unos pocos que de justicia social saben muy, pero muy poco.
Reclamamos una patria que sea la madre de todos sus hijos, que nos ame con ternura y que con sus brazos abiertos nos acoja en el regazo de su justicia para vivir verdaderamente como hermanos.
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