El amor es el alimento que hace crecer a los pueblos y el odio, el tósigo de los pequeños dioses. Si abrimos las páginas de la historia, jamás encontraremos que las grandes guerras entre los pueblos hayan nacido como fruto del amor. El combustible ha sido las desavenencias, las discordias, las rencillas, las ambiciones y el deseo patológico por el poder.
Desde luego, que no faltan los incendiarios, los nerones y los grandes líderes que como contraparte, disfrutan en medio del antagonismo creando violencia como algo connatural a su personalidad enfermiza.
A veces, por no decir que siempre, la racionalidad termina imponiéndose como fruto de la madurez de quienes por fortuna asumen el poder no como algo absoluto para
sojuzgar, sino para corregir los errores que por prepotencia y falta de tolerancia han cometido en el ejercicio de su paranoico poder los enemigos de la convivencia social.
Es de gran complacencia apreciar un apretón cálido de manos entre dos jefes, representantes de ideologías políticas antagónicas que dan ejemplo de confraternidad dejando como mensaje que los seres humanos somos diferentes y podemos, a pesar discrepancias, dialogar sin reticencias.
Nos referimos para ser explícitos al suceso, ese sí histórico por su connotación política, del encuentro civilizado entre OBAMA y RAÚL CASTRO, como gerentes administradores y agentes reales de regímenes antagónicos y aparentemente irreconciliables por obra y gracia del sectarismo, la exclusión y el monopolio del poder como arma para dominar a los pueblos, creyéndose cada uno legítimo representante del bienestar social.
Si después de tantos años de enemistad, entre Estados Unidos y Cuba, los líderes llegan a la convicción que es mejor la amistad que la confrontación, ¿ por qué no entender que el gobierno y las Farc puedan llegar a un acuerdo ?
Este ejemplo de mano tendida de amistad es consecuencia de una personalidad política adulta que señala caminos diferentes para encauzar rumbos de progreso entre naciones disímiles en la forma de concebir los principios políticos y el manejo económico dentro de lo que se ha denominado autodeterminación de los pueblos.
Si eso ocurre entre naciones con barreras casi infranqueables allanando caminos que humanicen los conflictos, muchos de nuestros compatriotas rasgan sus vestidura e interponen sus influencias y liderazgo político para construir talanqueras impidiendo que haya una reconciliación entre hermanos que somos hijos de la misma historia, de la misma tierra, de la misma cultura, de la mismas influencias, de las mismas ambiciones, de los mismos derechos, de las mismas raíces, la misma madre como lo es la patria común para todos, nuestra amada COLOMBIA.
Si los irreconciliables enemigos con diferencias profundas acerca del manejo del Estado y con modelos doctrinarios con influencias poderosas, son capaces de deponer sus armas de odio y de ambiciones temporales para aceptar que todos tenemos derecho a pensar diferente como principio dinámico de la heterogeneidad, ¿por qué tanta incomodidad para aceptar que podemos convivir en medio de la divergencia los colombianos como hermanos?
Estados Unidos y Cuba, también estuvieron más de medio siglo como enemigos a ultranza , hasta que la luz de la razón iluminó sus conciencias ganando la sensatez, la cordura, la prudencia en la construcción de relaciones más fraternales.
Por flexibilizar las relaciones, Estados Unidos no dejará de ser capitalista, ni Cuba dejará de ser socialista, se trata de reconocer que la tierra está habitada por seres humanos con diferentes equipamientos ideológicos y que así en la diversidad somos la gran familia humana.
Estas lecciones, son las que debemos registrar en las cartillas para enseñarles a leer a nuestros niños como ejemplos que fortalecen y enseñan educando para el presente y para el futuro con el fin de tener generaciones que aprecien el valor supremo de la PAZ.
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