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En febrero del 2019 el café colombiano se cotizaba por debajo de un dólar por libra en la Bolsa de Nueva York, y el precio interno no alcanzaba para cubrir los costos de producción. Los caficultores trabajaban a pérdida, y pese al creciente volumen de la cosecha, que se ha mantenido alrededor de los 14 millones de sacos cada año, las expectativas de rentabilidad de esta actividad agrícola eran bastante precarias, e inclusive negativas. 
No obstante, la persistencia de las cerca de 550 mil familias cafeteras ha permitido que el cultivo se mantenga, aunque con algunos atrasos en renovación y en fertilización de las plantas, lo que se ha visto reflejado en caída en la productividad, y algunas afectaciones en calidad. Esas son situaciones que habrá que recuperar de manera eficiente ahora que mejorar las perspectivas de la caficultura colombiana. 
Ya sabemos que los cultivadores en Colombia están permanentemente expuestos a estas fluctuaciones, y que cada vez más hay que saber administrar los recursos de tal forma que las épocas de vacas flacas puedan afrontarse con los ahorros de los momentos de prosperidad.  
También debemos ser conscientes de que la buena coyuntura actual, cuando la cotización internacional está sobre los 2 dólares la libra y el precio interno en cerca de $1 millón 750 mil, casi el doble del que se tenía hace poco, tiene relación directa con la caída en la producción brasileña, a causa de problemas climáticos. 
Estamos a dos semanas de empezar a recoger la cosecha cafetera, que en el caso de Caldas corresponde al 70% de la producción anual. Los resultados económicos pueden ser formidables, pero no podemos perder el foco del gran objetivo de acelerar la renovación de los cultivos, mantenerlos debidamente fertilizados y trabajar por ser más competitivos. Hay que ponerse al día en las deudas, reparar y modernizar las viviendas rurales, así como trabajar unidos para que la calidad de vida se eleve en toda la región. 
Además, hay que consolidar el Fondo de Estabilización de Precios del Café, y que pueda enfrentar mejor las épocas difíciles que, seguramente, vendrán. Por ello, tampoco debe olvidarse la necesidad de que la dirigencia del gremio sea más austera, aún en momentos como el actual, y evitar el riesgo de que se desperdicie la posibilidad de crecimiento general en las regiones cafeteras. 
Lo que está ocurriendo debería llevarnos a acelerar los programas de cafés especiales, que aportan mayor rentabilidad, y fortalecer el Paisaje Cultural Cafetero, el cual puede aportar sinergia a toda la actividad económica inherente a la caficultura. No es un secreto que, en medio de las dificultades causadas por la pandemia de covid-19, al café le ha ido bien, y eso nos otorga una ventaja comparativa nada despreciable, que hay que proteger.  

Se confirma que quienes se han mantenido en la caficultura tomaron la mejor decisión, y que pese a los malos momentos hay que ser positivos y persistentes. Debemos trabajar en aumentar más la producción, que permitirá obtener más riqueza y aprovechar de mejor manera los buenos precios. La mejora de las vías terciarias y la ampliación de la conectividad de internet en áreas rurales son estratégicas para tener una caficultura moderna, que lleve riqueza a todo Colombia.