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En un reciente informe, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) dejó claro que del 2019 al 2021 el número de personas con pobreza monetaria en Manizales pasó del 20,6% de la población al 30,2%, lo cual se ve reflejado en el paso de 87 mil 429 personas en esa condición a 129 mil 617. Eso quiere decir que en la ciudad hay ahora, desde el punto de vista monetario, 42 mil 188 pobres más que hace dos años, en buena medida a causa de la pandemia de la covid-19. El consuelo es que el promedio nacional de este indicador está en 39,3%.
La pobreza monetaria se refiere a que en ese periodo de tiempo se amplió el número de personas que tuvieron ingresos económicos por debajo de los $410 mil 208 al mes, y que la posibilidad de adquirir una canasta básica de alimentos, pagar vivienda y otros artículos de primera necesidad se vio afectada. Ese fenómeno ocurrió en todo el país, pero lo más grave es que Manizales fue la tercera ciudad que más aumentó este indicador entre las capitales, superada solo por Valledupar y Barranquilla. Ahora bien, Quibdó y Riohacha siguen siendo las más pobres, con indicadores cercanos al 60%.
A esa dura realidad económica que viven nuestros hogares manizaleños se suma que la inflación sigue en ascenso galopante, pese a las medidas tomadas por el Banco de la República de subir las tasas de interés, y en golpe más fuerte de la carestía la reciben las familias con menores ingresos económicos, y tampoco se percibe la ejecución de políticas municipales que apunten a la generación masiva de empleos y a la reactivación económica que tanto se pregonó desde finales del 2020.
Duele esta situación, además, si se piensa que de acuerdo con los registros anteriores, desde el 2012 al 2019 Manizales logró avanzar positivamente en la lucha contra la pobreza, con mejoras significativas en los indicadores. Las cifras actuales marcan una preocupante tendencia al retroceso que debería ser intervenida de inmediato, para evitar que se deterioren más las condiciones socioeconómicas de los manizaleños, y trabajar más duro para recuperar lo perdido. Lo peor es que no hay medidas que apunten a las rápidas soluciones.
Nos vanagloriamos por tener, desde hace años, el primer puesto en el Índice de Progreso Social (IPS), que compara variables cualitativas y cuantitativas de las ciudades Cómo Vamos de Colombia, pero la caída en los ingresos y el crecimiento de la pobreza monetaria demuestran que no es momento para celebrar, sino para tratar de corregir el camino que nos está conduciendo hacia crisis más complicadas. Es fundamental que, en equipo, los sectores público y privado busquen sumar esfuerzos de gran impacto para la recuperación.

Este panorama, pese a que nos permite estar todavía entre las ciudades con menor pobreza monetaria en el país, en términos generales hay un grave retroceso que se va a reflejar en desmejoras en la calidad de vida, y que evidencia una mayor lentitud en el camino de regreso a los indicadores prepandemia, con relación al resto del país. Tenemos en esto un gran desafío.