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Los españoles vuelven a las urnas, ritual que se ha vuelto reiterado ante la falta de consenso para contar con mayorías, que logren la gobernabilidad. La esperanza de muchos es que haya suficientes votos por algún ganador para que se pueda conformar un Gobierno de larga duración, pues desde antes de la salida de Mariano Rajoy -el año pasado- no se ha podido cumplir ese objetivo. Con estas ya son cuatro elecciones en cuatro años.
Entre todas las dificultades que tiene el gobernar un país, en España hay dos temas que son clave para que se defina el voto en las urnas. Del que más se ha hablado y que ha obligado a fijar posiciones que antes parecían impensables, se encuentra la cuestión catalana. La discusión en torno al movimiento independentista y a los reclamos por los líderes que permanecen sub judices ha exacerbado el asunto y el voto parece preferir a quienes se opongan a la secesión y por eso tanto el Partido Popular como Ciudadanos endurecieron su discurso.
El otro asunto, que se ha hablado pero no con la importancia que merece, es el del estancamiento económico del país, con todos los problemas que esto trae para lograr mejor calidad de vida para sus habitantes. Esta desaceleración ha provocado que se reduzca la expectativa de crecimiento económico este año de 2,3% a 1,9%, mientras que el país sigue siendo el segundo en desempleo en la Unión Europea, después de Grecia. Como si fuera poco, la deuda acumulada crece. Las propuestas desde los partidos se quedan cortas. Un tema que debería estar en la primera línea, pero que ha pasado a segundo plano por la cuestión catalana y el miedo a la derechización.
La irrupción con más fuerza en los últimos años y particularmente para esta elección de Vox, que reúne el ala más a la derecha de los españoles, ha puesto al Partido Popular y Ciudadanos a extremar su discurso para intentar conquistar esa franja y en busca de impedir que la polarización regrese a las épocas de fascismo. Por esto, hay analistas que consideran que no necesariamente los temas que se tocan en la campaña sean los que terminen definiendo el Gobierno, pues ahora lo que importa es el favor de los electores en las urnas.
El PSOE, que ocupa por ahora la Moncloa, ve cómo sus estrategias se han quedado cortas y, como ha sucedido, a quienes han estado al frente del Gobierno en los últimos años, la desaceleración económica le pasa cuenta de cobro, con lo cual incluso podría perder escaños en la Asamblea, lo que provocaría que se le dificulte armar una coalición para lograr la gobernabilidad, un propósito que se ha vuelto esquivo en el país ibérico. Incluso así, es el partido que algunos consideran podría armar con menos dificultad una coalición de Gobierno, hasta con el PP con tal de frenar a Vox. Después de la decisión en las urnas, la puja continuará como ha ocurrido en las últimas elecciones, la más recientes apenas hace ocho meses.

La inteligencia de quien logre las mayorías para conformar un Gobierno de coalición que desbloquee la gobernabilidad que ha estado estancada hasta ahora será la prioridad para ajustar lo que venga después. España no se puede permitir el lujo, en el momento en que se encuentra, de dedicar su mayor esfuerzo en lograr apoyos políticos que en tomar las decisiones que se necesitan para retomar el rumbo del crecimiento sostenido y de la unidad como país.