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No la tiene fácil el presidente ruso, Vladimir Putin, así diga que ya una extensa región del oriente de Ucrania le pertenece a su país, si nos atenemos a lo ocurrido el sábado en la ciudad de Lyman, donde su ejército sufrió una humillante derrota militar ante las tropas ucranianas, las cuales izaron en ese lugar la bandera nacional azul y amarilla y bailaron exaltando la victoria. Los soldados rusos no tuvieron más alternativa que entregarse o salir espantados a buscar refugio, tras verse rodeados y sin opción de triunfo.

Solo un día antes, el viernes, Putin había dicho desde el Kremlin en una ceremonia especial con los líderes prorrusos de las provincias orientales de Ucrania, que la región de Donetsk, en donde se encuentra Lyman, era “para siempre” de Rusia, tras los resultados de los referendos improvisados que se inventó para tratar de darle un tinte supuestamente democrático a la usurpación de esa región, que asegura proteger del nazismo que, según él, se ejerce desde Kiev. Este duro revés le baja la ínfulas de emperador de las que se vanagloria, aunque también podría llevarlo a cometer más locuras.

En la alocución, Putin también dijo estar al mando de las regiones de Luhansk, Kherson y Zaporizhzhia, pero la estrategia ucraniana de ir en procura de recuperar territorio parece estar funcionando, al mismo tiempo que internamente el mandatario ruso pierde apoyo, ya que hasta los líderes nacionalistas de su país han criticado duramente al ejército ruso por su debilidad y están perdiendo la confianza en la posibilidad de que Rusia gane en esta apuesta arriesgada, la cual parece calcada de lo ocurrido en el 2014 con la península de Crimea, también arrebatada a Ucrania, pero que podría resultar menos exitosa está vez.

Como sea, la supuesta anexión de esos territorios (que equivalen a la extensión de Hungría, y que son habitados por 150 millones de personas) es inaceptable y es correcta la actitud de la comunidad internacional de no reconocerla. Lo que debería hacer el derrotado líder ruso es retirarse de una vez y permitir que los ucranianos sigan libres su destino, sin forzar más las situaciones y sin exponerse a nuevas humillaciones, que seguramente vendrán.

Lo que se evidencia en las semanas recientes es que el ejército ucraniano viene avanzando fuertemente, sacando a los rusos lentamente de su país, y que en el Kremlin solo han surgido reacciones de desespero que amenazan, incluso, con un ataque nuclear. Son únicamente desvaríos de un régimen que pierde popularidad cada día, pese a los anuncios expansionistas de Putin, quien parece actuar bajo el influjo de la nostalgia por lo que fue la vieja Unión Soviética.

De todos modos, está previsto que esta semana esas anexiones a Rusia sean ratificadas por la Cámara Baja y el Senado rusos, pese a que incluso países amigos de Putin, como China, no han visto con buenos ojos su obsesión imperialista, que al final no es solo una amenaza a Occidente, sino un riesgo global. Ojalá recapacitaran y dieran por concluida esta fallida invasión.