En este país debemos pensar que cambiaremos la realidad cuando leamos, cuando nos inundemos de libros y hagamos lectura en altísimos niveles, no cuando el gobierno tome las decisiones correctas. Nos dedicamos al gimnasio y a las necesidades del cuerpo, pero hemos ignorado por completo las formas del espíritu, el alimento de nuestra mente. Sin embargo, nada puede cambiar sustancialmente nuestra realidad social como la buena lectura. Sí, leer en demasía, leer por placer, leer buenos libros, pero para ello, necesitamos adquirir primero el hábito y ahora que apenas comienza el año, es prudente realizar las acciones tempranas para asegurar que todos independientemente de la edad o la condición, estemos leyendo un libro, luego otro y otro y otro, sin dejar de alimentarnos para evitar la inanición existencial en la que temo que estamos.
Empecemos por entender que leerse dos o tres libros al año es una miseria que refleja la tolerancia de un pueblo frente a la injusticia, el engaño, la corrupción y el dolor; lo peor es que miles de personas a nivel nacional leen menos que eso. Podemos hacerlo mejor, necesitamos regalar libros a todo el mundo: los expertos nos han indicado cual es la forma correcta para desarrollar este hábito: 1) elegir libros que sean de nuestro interés, 2) leer a pesar de los distractores, 3) hacer cómodo y especial el momento, 4) programar el tiempo, 5) tener cercano el texto permanentemente y 6) compartir, escuchar y debatir. Seguramente en una próxima columna desarrollaré cada uno de estos, por lo pronto, quisiera que viéramos la amenaza que traemos al permanecer resguardados en los fortines de nuestra ignorancia.
Si en Colombia leyéramos más, hablaríamos mejor, lo que incluiría otras formas de comunicarnos menos agresivas y violentas, tendríamos una creatividad aplicada a los problemas de la especie y no solo al enriquecimiento individual, seríamos un país con mejor salud mental que aprende a escribir y transmitir el conocimiento de manera pertinente. Si en Colombia leyéramos permanentemente nos daríamos la oportunidad de conocer otros lugares, otras culturas y otras formas de pensar y ser, dominaríamos otros oficios y disminuiríamos esa extraña sensación de soledad, porque el que lee nunca está solo.
Colombia sería un país más feliz que se apartaría de las influencias desastrosas de las redes sociales y la televisión, viviríamos con el legado de los personajes ilustres como viajeros que toman el control del tiempo a través de las historias que presentan realidades distintas. Leer es un derecho, es magia y es un privilegio liberador para los seres humanos; quien no tenga un libro puede ir a la biblioteca y quien no sepa leer puede escuchar audiolibros en internet.
Por todo esto, la importancia de la lectura es imperiosa para el país; no quiere decir que leer soluciona todos los problemas de la sociedad, pero sí nos garantiza tener más probabilidades de resolver los conflictos porque al hacerlo elevamos la autoestima, combate el estrés y enfermedades, permite darle sentido a la vida y nos convierte en personas con hábitos a emular. Leer hará de Colombia un país educado que encuentra mejores formas para solucionar los conflictos, para usar la palabra en beneficio, para no repetir las tragedias del pasado y tener un sin número de conversaciones edificantes con la familia y conocidos.
Si en Colombia todos leyéramos desde el vientre hasta la tumba, hallaríamos un placer que llena los vacíos de la vida, porque el que sabe leer por necesidad del espíritu avanza cada día en la grandiosa conquista de la sabiduría. Por eso te invito tras leer esta columna, a seguir andando con una luz encendida.