Vi la semana pasada en Facebook que habían demolido las bodegas del tren en La Dorada. El video mostraba el terreno llano, el muro de contención de piedra y el río. Quedé pasmado y dudé ver lo que veía. Sufrí como con la partida de un ser muy especial y allegado. Confundido dudé de lo que estaba sintiendo, no creía que el impacto de ese daño me afectaría anímicamente de esa manera. Recordé el bello texto que había escrito el gran Rafael Arango Villegas cuando fue asesinado su dilecto amigo Alberto Arango Uribe en el año 1941: “Van corridos seis días después de tu partida, y en todo este tiempo no te has apartado un solo instante de mi mente, ni en la vigilia ni en el sueño. Han sido horas torturantes, durante las cuales mi espíritu ha abrevado en aguas insalubres y se ha nutrido de retamas, cuyos jugos amargos me envenenan la vida”. Sentidas frases de un artista por su amigo del alma que me ayudaban a mitigar una aflicción honda que no sé en qué órgano se alojaba.
Yo no tuve una interesante o profunda amistad con esas estructuras centenarias de hierro importado de Inglaterra, pero me duele como el pasado es destruido; me duele como se dejan perder esos valores. Me asusta como estamos despoblando el alma caldense, despojándola de sus pilares. Me abruma que nuestra cultura se puede resumir en tres clichés como se le mostró al país en la película “Encanto”, porque la esencia y la verdad las ignoramos o las dejamos desaparecer. Perdemos matices, destruimos testigos sin antes haber tomado su declaración que nos hubiera convencido de la utilidad, por no decir la inocencia, del acusado. Siento una profunda tristeza, tristeza que se convierte en decepción y vacío. ¡Que daño más inútil!
Sé que los artistas tenemos el don de prever lo que después las masas tomarán como cierto; digo entonces que mi dolor será dimensionado por el Departamento de Caldas en unos años. Derruir estas bodegas, testimonio de la riqueza de la región basada en el esfuerzo del cafetero que con su cultivo sostuvo a la nación con divisas, es un acto miope, más que bárbaro. Hacer desaparecer este patrimonio significa arrebatarle a la región la posibilidad de adquirir conciencia de su esencia, porque La Dorada como puerto tiene esa misión y facultad: recibir, bodegar y dejar fluir. Con la desaparición de estos monumentos, al ser humano se le dificulta comprender su pasado. Insisto, sin historia y sin objetos que encarnen esa historia, el hombre pierde la proporción de su devenir. Un ser humano desligado y de frágil alma se le debe oponer una gran opresión para tenerlo controlado, ya que solo sabrá saciar sus más elementales instintos. O de manera contraria: que un desalmado llegue al gobierno a imponer su locura. No me cabe duda que la conciencia es el elemento de mayor importancia cuando se trata de construir un Estado más justo.
Había propuesto yo para darle uso a esas 7 bodegas ubicar allí el Museo del Ferrocarril de Colombia y reunir los vestigios de ese histórico esfuerzo del país en búsqueda de su desarrollo. Había gastado Colombia millones de dólares en la construcción de su red férrea haciendo que todo objeto relacionado con los trenes posee hoy un valor muy alto y muy complejo. Ese museo hubiera sido un verdadero foco de turismo para esta ciudad, tal vez la mejor ubicada del país, y ver como unos gobiernícolas propusieron un bendito malecón que se ubicará en esa parte del río y que esa obra será motor de desarrollo o cosa parecida.
Continua Arango Villegas, magnífico psicólogo, conocedor de la profundidad del alma humana, cuando dice: “Varias veces intenté escribirte, pero la emoción me traicionaba, y no acertaba a pensar sino incoherencias, como en un delirio de fiebre.”
Yo sé quiénes fueron los facilitadores de ese atropello que se concibió a sabiendas que se iba lesionar un patrimonio protegido por la ley: Miguel Trujillo Londoño, Secretario de Desarrollo Económico, de ese entonces y el correspondiente gobernador, actual senador, Guido Echeverri. Señalo a Trujillo porque aspira a ser alcalde de Manizales, respaldado por su mentor Echeverri. No es posible que en manos de un torpe tecnócrata de esta índole quede Manizales, la cual está buscando el futuro de su Feria y que necesita la atención a su Centro Histórico. Un personaje de esta calaña, que trata la cultura con patas de cuadrúpedo, no puede ser alternativa para señalarle la ruta a Manizales después de estos años de manicomio que estamos sufriendo.
Cierra don Rafael su afligida nota con esta frase: “Algún día he de llegar hasta allí, en peregrinación silenciosa, a derramar la lágrima que le escatimé a tus despojos”.
P.D.: Cerrará el Departamento de Caldas reprobando el año en materia de patrimonio: Lo de La Dorada; la bodega de ferrocarril de Chinchiná y las dos casas de la plaza principal en Anserma. A ese paso, en 10 años, nos quedaremos sin patrimonio.