El Ferrocarril de Caldas es como un fantasma, un alma en pena que se pasea por la historia del Viejo Caldas. Está muerto, y como todo lo nuestro, murió en hechos confusos, pero sus despojos mortales, a pesar de haber sido saqueados y abandonados, siguen con nosotros y nadie sabe qué hacer con este pasado.
La huella y la presencia es tal que en los pueblos por los que pasó el tren se puede hablar de un mayor desarrollo económico, el cual, aun hoy, se nota. Los corredores férreos Manizales-Pereira y Pereira–Armenia significaron un Viejo Caldas que se diferenciaba del resto del departamento.
Hice un recorrido por Chinchiná en búsqueda del ferrocarril en compañía de mi amigo el Dr. Wesner Molina que me refirió un buen número de anécdotas como la de las negras Pobreza y Soledad que venían de Cartago en el primer tren todos los sábados a vender parva y que se regresaban el domingo con sus canastos vacíos.
Visible marca dejó el Ferrocarril de Caldas en esta población, donde no solo resalta su estación, sino el tren se percibe con claridad en varios puntos de la ciudad. Llama la atención que se restauró la estación, pero solo la edificación donde operaban las oficinas y se dejó que se derrumbara la otra donde quedaban las bodegas.
El ferrocarril proveniente de Manizales entraba por “La Isla” y hoy se ve muy bien su trocha estrecha en ese barrio marginal; saliendo, gira para coger la recta de La Estación que es amplia porque allí estaban los cambiadores, el tanque de agua para abastecer a las locomotoras y el depósito de carbón en el centro, fuera de los embarcaderos de ganado a ambos lados de la vía.
En vez de seguir derecho, seguramente por el costo de cruzar la quebrada Cameguadua con un viaducto, el ferrocarril gira de nuevo para pasar, a unos 200 metros, primero por encima de la salida para “Los Mangos” y después por debajo del primer pontón y serpentear levemente por lo que antiguamente eran poteros sin construcción alguna y de nuevo girar a la derecha para ir buscando el cajón del río Campoalegre, porque era por los ríos que este tren de montaña ubicó su vía que abarca más de 1.000 metros de diferencia de altura entre su punto de partida en Puerto Caldas hasta llegar a Manizales; no sin antes pasar por el túnel de “La Doctora”, el cual había sido construido por los ingenieros Eleuterio Serna y A. Castillo en el año 1926. Este túnel de 40 metros de largo que próximamente cumplirá 100 años de construido queda a 5 minutos de la Plaza de Bolívar y está abandonado, a pesar de un mural que se pintó en una escalera aledaña la semana pasada.
Caldas no supo qué pasó con su tren, el cual le costó un ojo de la cara; y sus escasos 40 años de uso no alcanzaron para radicarlo en el alma caldense. Llama la atención que, en el arte, reflejo del alma de un pueblo, esta inmensa obra de 117 kilómetros de larga solo se plasmó en un bello mural del maestro Guillermo Vallejo que existía en las cercanías del túnel de la Avenida Paralela en Manizales; nadie le dedicó un poema de trascendencia a estos aparatos ni retomó coherentemente este sistema de transporte para ambientar una novela; tampoco existe una obra de teatro en la región que tenga que ver con el ferrocarril. ¿Será por este vacío que las comunidades no saben preservar estos vestigios y guardar esta historia?
Al ferrocarril lo olvidamos los caldenses de tal forma que, inclusive los constructores-ideólogos del Paisaje Cultural Cafetero no lo supieron articular, dejando solo espacio para inmortalizar al jeep.
Volvamos a Chinchiná, donde su paso parece trazado por un niño que está aprendiendo a pintar y pretende que su línea ocupe toda esa hoja blanca que tiene en frente. Toda persona de edad en Chinchiná sabe dónde quedaba “La Cadena” que era una guadua que protegía el paso de nivel del tren en su salida a Manizales y recuerdan que una chispa fugada de la caldera de una locomotora quemó el negocio de don Fabio Gómez llamado “Pajonales” que quedaba en esa esquina y su techo era de paja.
Es hora que los historiadores exorcicemos este desencanto y recuperemos, no la memoria, sino toda la historia del Ferrocarril de Caldas, mostrando su importancia y trascendencia facilitando que este pasado deje huella en nuestra alma pudiendo así pasar a salvar esos bellos vestigios de este histórico esfuerzo de los abuelos.