Son mellizos, él y ella, y me regalaron un día un peluche de algo parecido a un oso de color entre gris y azul. Les pregunté quién era; ellos me dijeron el nombre de un protagonista de dibujos animados que no recuerdo, pero me llamó la atención de su característica: para vivir necesitaba nutrirse de fuertes sonidos, eran como su batería. Comenzó por ser grotesco y causar miedo, para que con los gritos de todos llenase su vitalidad. Un día se encontró con un niño, quien al verlo no tenía miedo sino que reía a carcajadas y le explicó que recibiría más fuerza con ello que con los gritos. Él se decidió entonces a hacer reír, más que a sembrar miedo y terror.
El detalle de este cuento me hace recordar a un santo que hoy, 24 de enero, presenta el calendario cristiano: San Francisco de Sales. Nació en Saboya, de noble familia y por lo tanto mimado, con estudio a su gusto (se graduó en Derecho) y a los veintiséis años entró a formación y llegó a ser sacerdote y más tarde obispo de Ginebra en Francia. Comenzó con don de mando y empezó por ser fuerte, serio, lejano y con un poco de mal genio; pero algún día, al leer el Evangelio, reflexionó sobre las Bienaventuranzas: ser felices por ser mansos de corazón, misericordiosos de espíritu, pacíficos en la expresión, y cambió, como el peluche aquel, hasta llegar a ser tan bondadoso, sereno y amable que muchos al verlo llegaron a comentar: “¿cuán bello debe ser Dios que es más bueno que el padre de Sale?
Llegó a decir: “si me equivoco prefiero equivocarme más bien por demasiada bondad que por demasiado rigor”. A algunos que le arrimaban a la impaciencia, solía decir: “¿quieren que en un cuarto de hora yo pierda ese poco de mansedumbre que he conquistado en veinte años con muchos esfuerzos y la gracia de Dios?”. Dos grandes obras dejó escritas, que hace mucho bien leerlas: “Introducción a la vida devota” (llamado a todos a la santidad) y “Tratado del amor de Dios”.
Cuántos de nosotros necesitamos para la mejora de los hogares, el trato mutuo diario, la convivencia social, la vida política, este cambio que San Francisco de Sales por allá en 1622 dejó como gran enseñanza.