“Yo nací entre temblores”, solía escuchar en mi infancia de algunas personas que frente a las dificultades surgidas hacían constar que no le tenían miedo a la adversidad ni a las dificultades, porque tenían la fuerza suficiente para enfrentar sin miedos, ni odios, las diversas adversidades que sin falta ofrece el vivir. Nuestra raza, ahora en fiesta, puede decir que nació entre temblores, pues tan solo a un año de haber llegado a esta selva fría con el “león dormido” en lo alto e instalar algunas rústicas casas y trazar las posibles vías, el 10 de enero de 1850 a las 7:00 de la mañana sintió por primera vez un temblor en el terruño trazado en el canto de la esperanza y la fuerza de la unión de los 900 habitantes de ese año. Por la tarde, ya estaban laborando e instalando los comandos necesarios para iniciar la vida política administrativa. Ejemplo vital de aquellos primeros habitantes fundadores, hombres y mujeres de sangre limpia, fe ardiente en Dios y alegría en sus corazones. Hoy, al ver los ríos de gente que adornan las calles, debemos reconocer la hidalguía y valentía primigenias. Años más tarde, el 10 de enero de 1927, se estrena la obra teatral y de cine llamada “Metrópolis”, que con la sombra de la Primera Guerra Mundial y las avanzadas violentas quiso alertar sobre una oleada que se veía venir de personas destructoras o bien indiferentes y despreocupadas por la vida de los seres del planeta y de su ambiente.
Hoy podemos decir que aun no termina la presencia de cretinos, de seres que frenan y desvían el desarrollo del planeta, que están listos para hacer pereza, destruir lo que se ha construido, gritar solo abajo a todo pero sin aportar ni proponer nada, que navegan en el lago de la envidia, que vomitan solo insultos y desprecios, que no están contentos con nada pero que tampoco aportan nada; hoy podemos llamarlos los “zombis”, que semejan salir de tumbas o volver a ellas.
Con motivo de ello algunos comentaron que un paso urgente era hacer pasar a los cretinos a cristianos, comprometidos con la historia y su rumbo, sabedores que en el Amor enseñado por Cristo y vivido en comunidades de ayuda, compartir y aportar logran mejorar los ambientes a veces confusos y oscuros. Ojalá cada uno de nosotros podamos aportar una presencia valerosa y valiosa porque puede exclamar “yo también nací en tierra de temblores” .