No olvido la canción que José José hizo conocida con su magia musical: “el mundo sigue girando, girando, nadie lo puede parar”, señalando cómo el tiempo avanza y nos lleva como un rio a un tronco danzarín, el susto aparece al constatar su avance y a veces sin dar respuestas de tranquilidad o panorama cercano a la paz. Quino puso a Mafalda en una de sus caricaturas a gritar en el alto de una montaña: “Por favor que me saquen de aquí”.
 No es lejana la vivencia de muchos hoy que ven cómo estamos ante la negación de todo pasado, del rechazo a toda historia, del derrumbamiento de toda verdad poniendo en el trono como guía la incertidumbre, la duda, el relativismo, el insulto, la polémica sin diálogo abierto, la imposición de ideologías con ensayos inciertos.
 Despectivamente se desprecia todo intento de solución en el pasado, a veces con resultados positivos, se desprestigian pasos dados en búsquedas de un país y una vida mejor, no se confía en la continuidad, sino que se destruye todo lo pasado como si tuviésemos las fórmulas precisas y sabias para el mundo, que sigue girando esperando el aporte conjunto y fraterno, humilde y comunitario.
 Pero no todo es negativo, somos conocedores de una época de grandes cambios a todo nivel que nos adentra en un drama general. Sean bienvenidos todos los intentos de búsqueda de avance y soluciones. En el drama se lucha porque se espera salir de él, porque hay certeza de que la felicidad puede ser alcanzada viviendo pasos hacia la justicia, la libertad, el progreso.
 Hablando del papel del tiempo como compañero del ser humano, me gusta el pensamiento de Gabriel Marcel quien desde una Europa agitada por las guerras mundiales se atreve a señalar rumbos de esperanza.
 Al llegar diciembre, el tiempo nos adentra en el Adviento, es decir en el tiempo de la espera y bienvenida a un proyecto de vida total expresado y entregado por Jesús de Nazareth. Marcel lo anota: Este mundo está estropeado, necesita un Belén de la reflexión y del fervor; hay que hacer un tejido de seres unidos, pero no en planos ambiciosos sino en la humildad y el fervor, el entusiasmo y el amor. Diciembre se abre como un mes de paz y amor que desde Belén todos debemos mirar y actuar para aprender a vivir dando sentido al drama de la existencia. Navidad es un “tiempo compañero”.