Recordando que la Biblia habla de “un brote en el desierto”, anotando de los signos de vida nueva que nacen, me pareció algo similar ver dos pequeñas ramas de llamativo verde que brotaban debajo del cemento de un andén como anuncio de vida debajo de nuestros pies de andantes. Hoy quiero hablar de dos brotes de Fe en medio de un mundo en crecimiento, nacidos un 29 de mayo, si bien en distintos años.
Isaac Albéniz nació el 29 de mayo de 1860 en la región Catalana de España; su familia era amiga de la cultura y él desde pequeño era ya niño prodigio que daba conciertos en diferentes países. Gracias a su genio musical se conectó con Lizt y Granados, estuvo varios meses viviendo con los Benedictinos de Salamanca bebiendo Fe, silencio y reflexión. Llegó al dominio de varios idiomas como castellano, inglés, francés e Italiano. Entre sus obras dejó algunas que dejan asomar su Fe cristiana: de la suuite Iberia se destacan los apartes Corpus Cristi y Lavapies, referentes desde el Evangelio de San Juan; un oratorio titulado “Cristo” y otras obras como “canto de salvación -y- San Antonio de la Florida”.
Desde la cultura literaria, anoto al londinense Gilbert Chesterton, nacido el 29 de mayo de 1874 y fallecido en 1936. Es uno de los más grandes escritores británicos de fama mundial. Su juventud tocó límites de agnosticismo y ateísmo y su matrimonio, en 1901, abrió horizontes para volver a la Fe. En 1922 recibe el Bautismo y no tardaron las opiniones en contra. Para responder, Gilbert escribió: “estoy orgulloso de verme atado por dogmas anticuados y esclavizado por credos profundos (como suelen repetir mis amigos periodistas), pues sé muy bien que son los credos haréticos los
que han muerto y que sólo el dogma razonable vive bastante para que se le llame anticuado”.
Decía: “la primera comunión ha sido la hora más feliz de mi vida”, “es que no quiero una religión que tenga razón cuando yo también la tenga, sino que tenga razón cuando yo esté en el error”.
Dos brotes, dos vidas para pensar y actuar en un mejor vivir.