Corría el año 203 de nuestra era cuando en Cartago, ciudad del norte de África, cerca de Túnez, la pujanza crecía a causa del movimiento comercial y bélico. Allí se desató una feroz persecución contra el cristianismo, que gracias a la tenacidad de los primeros creyentes había logrado escribir el nombre de Cristo en muchas mentes y corazones. Su gobernante, el señor Septimio Severo, desató la ferocidad y a todo creyente se le detenía y si no renunciaba a la Fe profesada, se le encarcelaba y después de duros juicios empapados de mentira y violencia eran llevados al suplicio que consistía en enfrentarlos a las fieras, decapitarlos o llevarlos lentamente a la muerte con atroces suplicios.
Entre los numerosos mártires que cayeron en aquel Cartago, la historia ha citado a dos mujeres llamadas Felicidad y Perpetua, valientes que hasta el último momento mostraron fidelidad, amistad y valentía. Una de ellas era de familia adinerada y acomodada, como decimos hoy, y la otra era su ayudante en las labores de la casa. Siempre ha llamado la atención la unidad creada entre ama y criada, cosa no frecuente en aquellos tiempos. Las dos sellaron con su sangre escribana de Fe y amor a Dios, la unidad de trabajo y afecto cristiano.
Desde tiempos antiguos se creó en este día, que celebra el martirio de estas dos heroínas, la conmemoración y elogio de “la mucama, el ama de llaves, la servidora de cocina, la empleada doméstica”, recordando a aquella mujer y las que hoy en unión con sus amas ejercen este trabajo que va siendo reconocido y valorado. Ojalá se llegue a un reconocimiento justo de tan noble labor, las leyes amparen a quienes trabajan como “empleadas de casa”. Es frecuente conocer su explotación injusta, ya que a muchas no se les reconoce ni su auxilió de salud, ni el subsidio de transporte. Hay casos en los cuales ni en calamidades domésticas se les lleva a centros de salud, hay trabajadoras que ni siquiera conocen el carro de “los amos” porque jamás las consideran personas de valor.
Mientras se derrochan millones en un entretenido “Master chef” de deleitosa comida, poco se reconoce el valor humano, familiar y laboral de estas queridas “empleadas domésticas” . Nos hacen falta muchas “Felicidad y Perpetua”.