Como si hubiese sido dirigido, nada fácil el comienzo de Liga para Once Caldas tras el sorteo de Dimayor, pues en las primeras seis fechas la faena será contra clubes complicados, Nacional, Tolima, Cali, Águilas, Pereira y Millonarios, en ese orden.

Prueba de fuego particularmente para el técnico Diego Corredor, en la mira de la hinchada, y sostenido en el puesto por un contrato, no porque haya credibilidad en su labor, al punto de que muchos lo ven como el lado débil de un plantel que despierta positivas energías.

Con tres eliminaciones directas a cuestas en los últimos torneos cortos, el caso Corredor es atípico, pues está en un cargo afín a los resultados, y ese balance daba para ser separado, salvo por el ofrecimiento en tiempo producto de una ingenuidad directiva.

La plantilla, justa por demás, no admite mayores reparos al estar conformada por jugadores valorados en el medio nacional, con actualidad, cargados de años, quedando sujeta al mantenimiento de esos rendimientos individuales, y a una propuesta asertiva, y con libreto.

Alto riesgo al no coincidir grupo y mandato, y una pena que el arranque sea con esa dualidad, en el entendido de que habrá presiones que volverán hostil el ambiente, y que irremediablemente ponen al orientador a ganar de entrada, sin margen de error.

Tanto es así que llovieron críticas por la doble derrota en pretemporada, 0-1 ante Orsomarzo y 1-3 frente al Atlético FC, ambos del Valle y de la serie B, mensaje contundente del inconformismo reinante, y de que habrá cero concesiones hacia el entrenador.

Preocupante porque se supone que el guarismo es lo de menos en estas confrontaciones experimentales, con las que se busca afinar detalles, elevar el ritmo, encontrar la formación tipo, ponerse a tono, y obtener confianza de cara a la oficialidad.

Increíble el capital que dilapidó Corredor por falta de ideas, por carecer de un patrón de comportamiento, por su discurso contrario a sus prácticas, por sus esquemas conservadores, por sentirse de ‘otra generación’, por sus declaraciones, y porque, siempre jugó a nada.

Procurar un cambio será su tarea - radical y certero - comprendiendo que esa línea delgada entre creer que se puede y la realidad no da espera, y que cualquier desliz demandará correcciones, si es necesario, antes de rodar nuevamente por el precipicio.

Esta vez se redujo el número de contratados, y se aumentó la calidad. Se fueron nueve, Murillo, Mancilla, Córdoba, Balanta, Valdés, Delvalle, López, Barbaro y Gómez. Llegaron siete, Jiménez, Correa, Sherman, Dayro, Lemos, Pajoy y Miranda.

Una nómina respetable y competitiva, con titulares experimentados, Sherman como intérprete del "diez" clásico que gusta en Manizales –esa también la perdió Corredor– y un eximio goleador ídolo, Dayro Moreno, único sobreviviente del equipo de la década.

Con complementos igualmente veteranos, cuya eficacia se medirá con base en un buen colchón desde lo físico, un adecuado comportamiento, y trabajo solidario, que será clave para hallar la unidad y el compromiso que se requieren.

Antes de despegar todos son campeones. Soñar es válido, teniendo presente que el mercado de pases estuvo movido, y que Once Caldas está obligado a recomponer su historia, recuperar protagonismo, y volver al lugar que le corresponde. Un cuento distinto, no sirve.

Hasta la próxima...