¿Qué diría Jesús si caminara con nosotros como lo hizo en Galilea, Samaria y Judea? No voy a escribir de religión, solo quiero pensar en esos hombres maravillosos que, como Jesús de Nazareth, nos han dado lecciones impresionantes de amor, perdón y paz. Esta fue la pregunta que me llevó a estudiar Teología y la que me hago cada día para tratar de ser un mejor ser humano y poner un granito de arena en lo que hago. En la Palestina de hace 2.000 años, donde reinaban la discriminación, la exclusión, la marginalidad, hubo un hombre que eligió caminar con los que no tenían rostro ni voz: pobres, enfermos, pecadores, mujeres, y niños; un hombre que se atrevió a abrazarlos y escucharlos con un profundo amor, sin juzgarlos, ni condenarlos; y también desafió la ley absurda de los fariseos que quitaba la dignidad humana a quienes no pensaban como ellos.
Este momento nos invita a mirarnos y mirar al otro desde esta mirada que humaniza y reconoce que, como decía Jesús, el que esté libre de pecado que lance la primera piedra. La semana pasada se hizo la primera entrega del Informe de la Comisión de la Verdad www.comisiondelaverdad.co; un documento extraordinario que muestra el dolor inmenso en que ha vivido una parte importante de la población colombiana, un testimonio lleno de lágrimas y sufrimiento, pero también de compasión y amor. Sin embargo, la reacción de algunas personas frente a la tarea del padre Francisco de Roux y los integrantes de la Comisión de la Verdad es que el informe es sesgado y no les gusta. Me pregunto si, quienes lo están descalificando, hicieron la tarea de leer estas primeras 1.475 páginas, si se permitieron escuchar con el corazón y el alma abiertos los testimonios de quienes compartieron su experiencia, su dolor y sus pérdidas. No lo he hecho, pero estoy convencida que ésta es una tarea obligada para cada colombiano interesado en construir un mejor futuro.
Sanar las heridas de este país, de cada persona que ha vivido en ‘carne propia’ los horrores de la guerra, no es una tarea de la Comisión de la Verdad; perdonar y avanzar hacia una sociedad en paz es un reto que nos compromete a todos. La paz es un camino, un proceso de transformación cultural que empieza por reconocer las heridas, propias y ajenas; aceptar que todos, sin excepción, ya sea con nuestras acciones o nuestra indiferencia, tenemos algo que ver con el dolor y la sangre derramada. Dejar el papel de la víctima y asumir la responsabilidad que nos corresponde es un reto monumental que debe llevarnos a escuchar desde el silencio, sin juicios, ni escepticismo, ni miedo; con curiosidad, compasión y valentía, para correr el riesgo de salir de nuestra zona de comodidad y salir al encuentro de ese otro, de esos otros colombianos que han vivido situaciones tan difíciles. Hacerlo nos permitirá, tal vez, poner un granito de arena ¿Dónde? En el metro cuadrado de cada uno:familia, trabajo, escuela, universidad, barrio, ciudad, país ¿Podemos hacerlo? No es la tarea de otros, depende de lo que cada uno de nosotros haga.
El padre de Roux decía este domingo, en una entrevista con el periódico el País, de España, “cómo es posible que haya pasado todo esto entre nosotros, que siga pasando, y sigamos viviendo como si no fuera con nosotros, como si no nos tocara, como si no fuéramos una misma familia; mientras no aceptemos eso es muy difícil que nosotros construyamos hacia adelante (...) somos frágiles y en nuestra fragilidad nos equivocamos, todos... y tenemos que construir juntos”. Las recomendaciones de la Comisión de la Verdad son un llamado al sector educativo, al gobierno, a los empresarios, y a toda la sociedad civil, a usted y a mí, para construir juntos un mejor país. No elegimos el momento en el que vivimos, pero sí podemos elegir la actitud con la cual vamos a enfrentar los retos que nos plantea la vida ¿Cuál es el legado que quieres dejar a tus hijos, nietos y generaciones futuras, a la historia de este país y de la humanidad? El perdón no es un regalo que le hacemos a otro, es un regalo para nosotros mismos; cuando suelto el rencor me libero y cuando me libero soy capaz de ver con ojos nuevos la realidad, reconocer en el otro ese ser humano que, aunque sea distinto a mí, es tan vulnerable y necesitado de cuidado como yo.