Lo que más necesitamos como sociedad es sembrar el sentimiento de la esperanza, ese estado de ánimo donde experimentamos que lo deseable es posible. Y para que no sea alienante, debe tener un poder concreto de transformación de la realidad. Pues bien, en este tiempo de Pascua debería ser tiempo especial para confrontarnos con la trascendencia, con Dios diremos los cristianos; con el profundo sentido de la vida, otros; con la humanidad, otros; con la energía planetaria, otros… En fin, aprovechar este tiempo para reflexionar sobre la manera como podemos sembrar en nuestra sociedad la esperanza. Estamos sedientos de esperanza.
Lo primero que debemos hacer es desterrar el miedo y la desconfianza. Tarea difícil en una sociedad que está viviendo la polarización y que ha vivido muchos años de exclusión de buena parte de los miembros de la sociedad. Sobre el miedo, es clave trabajar, pues genera un sentimiento de vulnerabilidad frente a los cambios del entorno que generan pérdidas, exclusiones. El problema es que el miedo nos pone en automático, y perdemos en muchos de los casos la posibilidad del análisis racional.  A su vez, la desconfianza por experiencias negativas vividas, como la exclusión, genera unas rupturas y extingue posibilidades de colaboración y cooperación para la transformación.
Tengamos muy presente que el miedo y la desconfianza producen rupturas y disfunciones en las democracias. Por ello, es fundamental que trabajemos en la construcción de puentes entre los agentes. Y aquí sí que es importante que los distintos actores sociales se pongan en modo escucha y acuerdo; que se bajen de los maximalismos muy próximos a las ideologías extremas, de ambos lados, y busquemos acuerdos para bien de todos.
En estos procesos debemos tomar muy en serio el manejo de las emociones. Y esta es una tarea colectiva pero también individual, vinculada en muchos casos a la forma como nos comunicamos.  Las relaciones interpersonales están mediadas por muchas emociones, que debemos modular.
Por otra parte, para que esa visión esperanzadora la podamos instaurar en nuestro medio, debemos ponernos en marcha. Dar señales de movimiento, dar señales de acercamientos, dar señales de amistad social. Y que las cosas puedan cambiar para bien. Es fundamental ir concretando realidades nuevas que busquen el bien para todos.
Aterrizando también este espíritu esperanzador en el campo de la política, debemos ser muy cuidadosos de no caer en la demagogia, en las promesas de campaña irresponsables e ingenuas, que lo que hacen es generar frustración, que oxida y carcome los lazos sociales y terminan por comprometer la confianza en el sistema democrático, por la desconfianza  propagada.
Que este tiempo de Pascua sea un período de tiempo en el que podamos todos aportar un grano de esperanza para el bienestar de toda la sociedad.