La política actual exhibe al “centro” ideológico como el estado ideal. Bienvenidos sean los tibios, los que no toman partido, aquellos que buscan complacer a Dios y al diablo, quienes son incapaces de controvertir con argumentos y hacen del beneficio inmediato su postulado más certero, quienes distribuyen ditirambos a quienes se lo solicitan para encajar en un mundo sin espinas, algunos, que no todos, sabandijas que hurgan por doquier para complacer al reyezuelo de turno. Por el contrario, el líder de carácter, aquel que dice lo que siente, siente lo que dice y actúa en consecuencia, el que toma posiciones claras, con ideas definidas, con líneas argumentativas diáfanas, el que se arropa con una bandera ideológica y la defiende con su vida, éste es censurado como extremista.
Algo no encaja en este discurso. Nuestra sociedad ha abandonado la defensa de los ideales por la inmediatez en la complacencia de los detractores. La armonía universal, como ideal de vida, se ha degradado en una negociación mercantil frente a aquello en lo que no deberíamos transigir: los principios. Los ejemplos no son pocos.
Tal vez la guerra contra las drogas haya sufrido reveses. Nadie lo duda. Pero sostener que ha fracasado y en su lugar debemos transitar el camino de la legalización es un exabrupto. Si la lucha contra los alcaloides ha fallado se debe, en gran medida, a la permisividad de la clase política que cubre a los traficantes con impunidad. Irónicamente muchos de quienes hoy pregonan este naufragio, han sido quienes han reclamado beneficios para los mayores traficantes del mundo contemporáneo. Sin centro: No a las drogas ilícitas.
A nivel global se ha difundido una imagen funesta de las instituciones que representan a los gobiernos. En Francia, los “chalecos amarillos” hicieron de una protesta puntual un movimiento generalizado para expresar el inconformismo con las entidades estatales. En Chile, Argentina, Perú, y Colombia se gestaron alzamientos similares durante el año 2021. La premisa es una: Cambiar el “statu quo”. Este discurso fue construido sobre la base del fallo absoluto en todo cuanto nos rodea: La salud, la educación, las pensiones, el sistema productivo, la seguridad, el transporte, aún los alimentos que llegan a nuestra mesa. Esa respuesta peyorativa hacia las condiciones actuales se soporta sobre la base que todo lo acontecido hasta la fecha se encuentra soportado en equivocaciones de quienes los antecedieron y que estos nuevos pseudomesías han sido delegados por los dioses del Olimpo para reparar una maltrecha existencia. Fundados en estas falsas ideas justifican la minimización gubernamental hasta convertirlo en un Estado inerme, incapaz de reaccionar frente a fenómenos como la criminalidad o la seguridad, timorato en el manejo de los conflictos sociales, dadivoso con quienes presentan sus demandas por vía de las armas, pero tacaño para comprender los justos reclamos de quienes siempre le ha jugado limpio al Estado.  Sin centro: No al debilitamiento institucional.
¿Sabía usted que no todos los plásticos son reciclables? Algunos podrán ser recuperados para su reutilización en futuros procesos industriales. Otros, por el contrario, terminarán su fugaz vida útil contaminando sin contemplación el medio ambiente en el cual son desechados como basura. Cada día el planeta grita para que las personas que habitamos en él hagamos un cambio en nuestras dinámicas de consumo que se le permita a este hermoso globo azul sanar las heridas que le hemos causado por décadas. Y es que no cabe duda de que el plástico de un solo uso es uno de los elementos que mayor contaminación genera y del que poco se habla. En esta materia nuestra sociedad ha demostrado una enorme incapacidad para controlar la comercialización de productos basados en esta materia prima y realizar una disposición final adecuada que evite contaminar el entorno. Le debemos a las futuras generaciones una legislación fuerte, decidida, que prohíba el empleo total de plásticos de un solo uso y prevea como requisito de comercialización de esta materia, su reciclabilidad al 100%. Sin centro: No al plástico de un solo uso.
El centro es propicio cuando de llegar a consensos se trata. Es un elemento necesario para alcanzar acuerdos con aquellos que ondulan banderas diferentes. Lamentablemente en muchas oportunidades termina por difuminarse con algo simular a la negociación de principios, que no deben transigirse por ningún precio pues, parodiando a Miguel de Cervantes en su Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha: “no importa cuánto recibas por tu libertad (o tus principios), siempre será poco”.