El fútbol es tan universal que los aficionados nos sentimos en condiciones de opinar, incluso en contra de los expertos o de los muchos que se dicen expertos, algunos con la condición de periodistas, con título o sin él. Agréguenle los que somos simples aficionados, lectores o escuchas. Además, como en el dicho “éramos muchos y parió la abuela”, el patrocinio de las casas de apuestas a los programas radiales y sobre todo a los de la televisión, los  aumentó y, como consecuencia los profesionales, aficionados o exjugadores que se ocupan de la narrativa cada día se multiplica, pues opinar de fútbol es muy fácil, aun cuando debe predicarse igualmente que los hay preparados y, unos pocos imparciales, porque otros muchos son parcializados y tienen su equipo del alma, como lo son los narradores o comentaristas locales o, por gustos, unos prefieren a Messi y otros Cristiano Ronaldo; unos adoran a Falcao otros a James, para algunos el mejor jugador fue Pelé  y para otros Maradona; ahora el astro que más brilla es Mbapé  y, entonces otros agregan que ya llega Haaland, pero, mientras tanto, el balón de oro con todos los méritos fue para Benzema.  Como si fuera poco, a las tertulias se agregan los exjugadores y ahora las mujeres que, de la noche a la mañana también resultaron expertas, no solo del fútbol femenino que ahora se practica, y bien, no solo como afición sino como profesión, sino del fútbol profesional masculino y, desde luego, deben tener cabida.
Lo que sorprende es la cantidad de jóvenes expertas que de golpe opinan no solo de la actualidad, la técnica y las tácticas, sino también del pasado. Desde luego que estoy pisando arena movediza y puesto que generalizo, debo puntualizar que también las hay expertas y con trayectoria, solo que resulta llamativo ver una comentarista joven hablando de un pasado que no vivió. Pero me distraje del motivo de este relato, el patrocinio de las casas de apuestas, ciertamente autorizadas por “Coljuegos” a los programas de televisión que se ocupan de la información deportiva, que estos retribuyen señalándoles a los televidentes cuánto paga la respectiva empresa, patrocinadora del programa, se llega incluso a que cada uno de los periodistas elija una apuesta, esto es, toda una incitación. Agréguenle al espectáculo la triste presentación de algunas viejas glorias del fútbol que, como los periodistas, les piden a sus seguidores que apuesten. Como colofón, una buena noticia. Las chicas de la Selección Colombia sub-17 se enfrentarán hoy en la semifinal Mundial a la selección de Nigeria.    
Y otra vez, nuestro presidente. Gustavo Petro nombró para algunos de los ministerios, entidades o empresas a personas que le son afines sin tener en cuenta su experiencia o competencia en el destino asignado, finalmente lo que prima es su ideología. Le representan a él y su programa, que es bien sencillo, se trata de quitarles a los ricos para dárselo a los pobres, pero si se abusa perjudican a los empresarios que son los verdaderos generadores de riqueza y, de paso, espantan a los inversores que entonces, como los músicos, si no los quiere se van con su música a otra parte.  En su discurso cuándo resultó electo y, desde luego, sin posesionarse prometió la libertad inmediata de los revoltosos de la primera línea, que llevó al Sr. fiscal a señalarle que tal decisión no le correspondía al ejecutivo; han pasado tres meses, pero el presidente no olvida sus promesas y en uno de los proyectos de ley que presentó se incluyó un texto por el que se le concede el poder de indultar, para cumplir la libertad ofrecida antes de posesionarse, solo que el monstruoso “mico” fue descubierto. Ya sabemos para quienes gobierna Petro. La paz total (supongo que no es un título para desacreditar al expresidente Santos, porque la paz que él logró no fue total) es una amnistía para todos los alzados en armas sin condiciones y sin plazo, esto es, que pueden previamente asegurarse sus territorios, lo importante es que estos muchachos puedan disfrutar en paz de lo conseguido mediante la violencia y el narcotráfico. Con seguridad les darán un título más seguro, que el de los dueños de las tierras ocupadas por ellos, pues ya está dicho por los ideólogos del partido que gobierna que “una escritura pública no garantiza completamente el derecho de propiedad”. Ya veremos cómo se cumple el propósito del gobernante, por lo pronto debe tenerse en cuenta que, como lo dijo un escritor español, el dinero que Robín Hood daba a los pobres se lo robaba al fisco.