Una de las grandes preocupaciones de la humanidad ha sido la búsqueda de la verdad. Para el Derecho, la verdad conduce a la Justicia; para la Filosofía, es la correspondencia o conformidad que debe existir entre lo que se dice y se piensa, y para la Teología, la verdad es un acontecimiento revelador de la presencia de Jesús, hijo de Dios, que conduce a la libertad (“la verdad os hará libres”).
El informe de la “Comisión de la Verdad” liderada por el sacerdote Jesuita Francisco de Roux (de la misma orden del papa Francisco) y a la que pertenecen o pertenecían Alejandra Miller, Alejandro Valencia, Ángela Salazar (fallecida), Alejandro Castillejo, Marta Ruiz, Leyner Palacios, Carlos Beristain, Lucía González, Patricia Tobón, Saúl Franco, Alfredo Molano (fallecido) y Carlos Guillermo Ospina, es un documento fundamental para la consolidación de la paz en Colombia, como lo fue en 1962 y lo ha sido hasta ahora, la célebre publicación “La Violencia en Colombia” escrita por el sacerdote y sociólogo chaparraluno Germán Guzmán Campos, el sociólogo barranquillero Orlando Fals Borda y el abogado y sociólogo bogotano Eduardo Umaña Luna.
Al igual que ahora, en el mes de mayo de 1958, en los inicios del Frente Nacional, la Junta Militar de aquel entonces creó la “Comisión Nacional Investigadora de las causas y situaciones presentes de la violencia en el territorio nacional” y surgida en el marco del Decreto Legislativo 165 del 21 de mayo de 1958, firmado por el mayor general Gabriel París. Esta comisión funcionó por 9 meses, estuvo integrada por ocho miembros representantes de los partidos liberal y conservador, la Iglesia católica y los militares y recibieron cada uno por su gestión la suma de tres mil pesos.
Como lo relata el profesor Jefferson Jaramillo Marín (Pontificia Universidad Javeriana), los conservadores de aquel entonces, entre los que se encontraban Álvaro Gómez Hurtado y Belisario Betancur fueron especialmente críticos, junto con la Iglesia católica, del contenido de la investigación realizada por los científicos sociales Guzmán, Fals Borda y Umaña Luna. Y la historia se repite con el reciente informe de la “Comisión de la Verdad”: el Centro Democrático, partido de Gobierno en cabeza del presidente Duque, secundado por su equipo ministerial, especialmente por el ministro Molano y la enigmática senadora María Fernanda Cabal, aun sin leer el informe, no ahorraron esfuerzos en descalificar no sólo el contenido del sesudo documento, sino a sus autores, refiriéndose despectivamente al padre de Roux como “el cura”.
En la historia colombiana e iberoamericana, los partidos de ideología conservadora han sido especialmente opositores a que se conozca “la verdad” y en ese sentido patrocinan y estimulan que se profieran leyes de impunidad y de perdón y olvido, como ha sucedido en Chile, Argentina y España.
En este último caso, en octubre de 1977 se aprobó una Ley de Amnistía y 45 años después, el flamante Estado europeo se ha negado a dar inicio a los procesos de verdad, justicia y reparación de las víctimas del régimen militar y dictatorial del general Francisco Franco. No todo lo de Europa, especialmente lo de España es necesariamente mejor que en Colombia.
La ausencia intencional de Duque el pasado 28 de junio al Teatro Jorge Eliécer Gaitán para recibir el informe de la Comisión de la Verdad quedó grabada en la historia de Colombia como un acto nada inteligente, de alguien que fue elegido como Presidente pero que nunca supo lo que tal dignidad comportaba y que utilizó su frágil y caricaturesca figura, para vociferar incansable e inútilmente por cuatro años contra Venezuela, dando la espalda a su país.