Todos los seres humanos generamos a diario, y de manera permanente, desechos humanos y basuras. Tal acto es casi que inconsciente y eso si bastante repulsivo, sobre todo si se tiene en cuenta que fundamentalmente la vista y el olfato no toleran su existencia, de allí la urgente e inaplazable necesidad de echar, botar, lanzar o deshacerse del maloliente producto.
Desde las primeras ocupaciones territoriales de Manizales (1835) pasando por su fundación (1849) y hasta 1915, las basuras generadas por los manizaleños quedaban a merced de lo que cada cristiano quisiera hacer: mientras las orgánicas eran para la aguamasa, las sólidas se tiraban “por ahí” (las tolvas eran una alternativa a la basura amontonada) se quemaban, enterraban o echaban a los ríos y quebradas. Esta última opción, como lo narra magistralmente Jorge Enrique Robledo (“La Ciudad en la Colonización Antioqueña: Manizales” 1996) fue la que adoptó el Concejo de Manizales en 1915, cuando estableció que los residuos sólidos o basuras, serían llevados al botadero construido en la carretera hacia La Linda, sector Tribunas y así facilitar su arrojo final a la quebrada Olivares.
Si bien el Concejo de la ciudad mediante Acuerdo No 4 del 10 de febrero de 1962 (hace 60 años) dio origen a las famosas Empresas Públicas de Manizales, la disposición de residuos sólidos se seguía haciendo de la misma manera y así continuó por más de 100 años hasta 1994, fecha que, según Gabriel Hernán Ocampo, primer gerente de Emas y actual gerente de Acuaseo de Pereira, se realizó la última vaciada de basura a la maltratada quebrada.
No cabe la menor duda que el arrojo de basuras a los ríos era visto como algo normal o si se quiere como un mal necesario, pero también es innegable que la conciencia ambiental y protectora de las fuentes abastecedoras de aguas, ríos y quebradas ha cambiado sustancialmente, gracias a la expedición de una Constitución Política con un alto contenido ecológico, que adicionalmente cambió de manera radical la forma de prestar servicios públicos domiciliarios en Colombia mediante la confluencia del sector público con el privado a través de modelos mixtos de gestión. En ese marco se fortalecen los rellenos sanitarios como parques tecnológicos y los emprendimientos del innovador negocio surgen como una alternativa de inversión nacional o extranjera, como la que desarrolla en Manizales el grupo empresarial Veolia experto en gestión de residuos.
La historia de los servicios públicos domiciliarios, reitero, está por escribirse a profundidad y sin duda un arduo capítulo corresponderá a los intensos debates políticos y judiciales que se tejieron en torno a la conveniencia de haber reformado, transformado o enajenado las participaciones públicas municipales o departamentales como las de la Chec, Emtelsa y las propias Empresas Públicas de Manizales.
Hoy, por fortuna, hay una quebrada Olivares bastante rehabilitada y recuperada ambientalmente. Los retos sobre la disposición de residuos siguen siendo enormes, pues desde la perspectiva social, el Estado y el municipio deben convertirse en protagonistas de un modelo de organización y atención altamente eficiente dado el alto número de recuperadores que de manera informal obtienen su fuente principal de ingresos del penoso y desagradable trabajo. De la misma manera, como ciudadanos no somos necesariamente pioneros del reciclaje, pero si podemos cambiar hábitos, adoptando culturas gastronómicas racionales: según el Departamento Nacional de Planeación el 34% de los alimentos disponibles para consumo se desperdician, y a eso se suma la cantidad de sobrantes que quedan a expensas de restaurantes y cafeterías: pida sólo le que se va a comer y cómaselo todo y, eso sí, deje esa bobada de dejar sobrados.