El poder de la conversación como una herramienta clave para transformar vidas, o ciudades, lo aprendí con María Leonor Velásquez, columnista de La Patria. A ella le escuché por primera vez, en el Grupo Manizales 2019, que conversar es transformar juntos. No era una consultora tradicional, ella imponía su sello y las conversaciones que abrimos entonces aún siguen dando frutos en muchos de los miembros de aquel voluntariado, que pensaba en transformar la ciudad y la región.

Hoy en día las clases que imparto, la de ética principalmente, son una conversación permanente con mis estudiantes, quienes mediante el diálogo y reglas claras de respeto, y de que no hay temas prohibidos, logran llegar al fondo de las preguntas que motivan esas charlas. Generalmente estas conversaciones terminan en mejores preguntas.

El buen periodismo es también resultado de la conversación permanente. En el periódico, por ejemplo, esta es la esencia del consejo de redacción, ese espacio de cada mañana en el que surgen o se afinan ideas poderosas con el condimento de la palabra del otro.

Por esto, cuando llegó a mis manos El poder de las palabras, el libro del neurocientífico argentino Mariano Sigman, sugestivamente subtitulado Cómo cambiar tu cerebro (y tu vida) conversando, sentí una necesidad imperiosa de leerlo. Le metí muela, bueno ojos, de una.

Sigman apela a una anécdota personal para mostrarnos que efectivamente nos contamos historias que nos creemos y que afectan nuestra vida para siempre. Es así como de niño se inscribió en una carrera atlética y llegó de último, deshidratado y con la dignidad por el piso. Como era buen estudiante, y esto se lo repetían sus profesores, se convenció de que lo suyo era estudiar y no los deportes. Ya mayor, y tras un preaviso cardiológico, se propuso hacer deporte. Escoge la bicicleta y lo que empieza como una rutina termina por crearle retos hasta que logró una marca personal que lo cambió todo. Se dio cuenta de que lo que hizo de niño fue decirse palabras que terminaron por convencerlo de algo que no tenía razón. Seguro pudo ser bueno para los deportes, pero le faltó entrenamiento y constancia. Es decir, podemos construir nuestras vidas sobre noticias falsas que nos contamos a nosotros mismos.

Con esa idea, que de mayor pudo lograr algo que de niño le pareció inalcanzable, es que empieza a trabajar en este libro en el que involucra muchos de los temas que como neurocientífico ha probado, por eso aunque suene a libro de autoayuda, cosa que a él no le molesta, es sobre todo una provocación para mostrarnos posibilidades de cambiar cosas que hacemos mal, sobre todo, la de juzgarnos severamente.

Eso sí, no pregona como muchos, que el poder de las palabras está en repetir como mantra cada día algo, para que las cosas sucedan. Nada más alejado de la realidad, bien sabe un científico de las funciones cerebrales que si algo requiere de cambios, se necesita disciplina y esfuerzo para reiniciar esa conducta hasta que la podamos automatizar. Solo con la acción y razonando las cosas podremos lograr transformaciones de vida y dialogar con compasión con nosotros mismos, como lo hacemos con los mejores amigos.

No se trata de cualquier conversación. Por ejemplo, las fútiles o agresivas que pueden derivar más en el delirio que la razón y hasta avivar el odio, pasan mucho en las redes sociales, pero también en el comedor o el aula de clase, cuando no hay ánimo de conversar, sino de imponerse o de no estar dispuesto a dejarse convencer.

A través de mapas mentales, de ejercicios al final de cada capítulo y, sobre todo, invitándonos a la conversación con los otros, con los próximos y con nosotros mismos, este científico nos conduce a pensar seriamente en que si algo tiene de bueno el cerebro es que es maleable y como tal podemos enseñarle a conversar de tal manera que tomemos mejores decisiones.

Es un libro para quienes nos gusta este tema, el del pensamiento y el de los relativismos. Además, con muy fino humor. Los pies de página, tan acartonados en la mayoría de los investigadores, son en Mariano Sigman los mejores chistes para relajar la lectura y qué bien que así lo haga. Un pensador con humor, eso vale oro.

Así que si gustan de esta clase de elucubraciones, léanlo y #HablemosDeLibros, que siempre son una buena excusa para memorables conversaciones.

Subrayados

  • El lenguaje es vinculante y tiene la capacidad de forjar y transformar radicalmente nuestra experiencia mental.
  • Hablar con los demás es la manera más natural de aprender a hablar con uno mismo.
  • No es la enseñanza de la memoria lo que está en crisis, sino la forma particular en que suele enseñarse.
  • Es difícil volver a ponernos en la piel de aquel que fuimos cuando decidimos partir.
  • La soledad resulta ser, pues, uno de los factores de riesgo más nocivos e ignorados de la salud física y mental.
  • Conviene ser compasivos con la persona con quien más conversamos: nosotros mismos.
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El poder de las palabras