Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com

 

Cuando una persona está en duelo, siente que la vida como la llevaba hasta ese momento ha cambiado drásticamente. Está alterada, descompuesta, los alientos y la motivación para asumir los cambios, se han reducido notablemente y, como si todo esto no fuera ya bastante, recurrentemente llegan las preguntas acerca de la vida y el vivir, el presente y el futuro, interrogantes cuyas respuestas, si es que las hay, en general, no satisfacen las expectativas ni mucho menos traen serenidad, equilibrio o paz interior.

En instantes, la vida se altera de manera abrupta, se desorganiza, las rutinas se trastornan y de pronto esa cotidianidad que antes quizás era mecánica, cansona y rutinaria o maravillosa y pletórica de vivencias gratificantes, cobra un nuevo significado acompañada de dolor y desolación.

Entonces emergen esos recuerdos de frases repetidas y lenguajes emocionales, cargados de tristeza, rabia, culpa, amor o frustración. Estar en duelo implica sentir un vacío indescriptible, no hay actos de magia para llenar o desaparecer el dolor, hay que ir caminando con él adonde se vaya, con pasos lentos y pesados.

Un joven de veinte años, en duelo por la muerte de su abuelo, dijo:

- "Siento como si tuviera veinte años más, me miro al espejo y hasta tengo arrugas, el dolor me tiene así".

Estar en duelo es, además, sentir un gran desgaste emocional. Conlleva asimismo a tener que empezar a ir de oficina en oficina, hacer gestiones, pedir permisos. Es un tiempo de ajetreos, fatigas, cuando en esos momentos lo que se quisiera es no hacer nada, estar sólo, añorar el silencio. Sin embargo ahí se está, teniendo que escuchar o leer las frases vacías, carentes de empatía y sin ningún contenido emocional, de personas que ni se conocen.

Una señora afirmó:

- "Cuando murió mi esposo en un accidente de tránsito, los asistentes a las honras fúnebres e incluso días después me decían frases como: 'Usted está muy joven, puede volverse a casar'. 'Él fue buen marido, pero no lo llore tanto, que eso es malo, tanto para usted como para él'. 'Usted con esa desesperación y ese tormento, no lo está ayudando a descansar y a irse en paz'".

Expresiones que por supuesto no brindan ningún soporte emocional y lo que logran es que el doliente se encierre en su dolor, se aísle para no escuchar tantas sandeces ni tantas desproporciones.

Y es que acompañar en duelo es todo un ritual que se teje con empatía y compasión. Es disponerse para la otra persona con respeto y responsabilidad, por lo que dice y lo que calla. Es saber que se puede estar presente en silencio, con paciencia y con prudencia o con palabras que alienten y brinden serenidad, fortaleza y consuelo.

 

* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.

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