Aunque es difícil disociar la conducta pública y privada de un famoso, nadie soy para cuestionar la vida íntima de un deportista, siempre y cuando no afecte la institución que representa, ni los intereses de quienes la siguen.

Tengo peores pecados.

De Dayro, poco me importan sus parrandas, si “embotella” su carrera, si empareja goles con escándalos.

Si ha cambiado o no, próximo al retiro. Si bebe más o bebe menos. Si su presencia en el Once Caldas golpea la economía del club por su alto sueldo.

Si tiene una o siete mujeres. Si se pasea, nocturno, por discotecas.

Me interesa saber si está dispuesto a darle sentido a su última parada en el futbol.

Si mantiene activa la ilusión de competir, si llega a sumar y no a dividir, si quiere ser un ejemplo inspirador para sus compañeros jóvenes.

Si tiene intacto su apetito goleador. Si su compromiso es integral.

Si su firma garantiza rendimiento y no es, simplemente, un disparador, como ya se aprecia, para la venta de abonos, o un entretenimiento temporal para los hinchas y así disfrazar una crisis.

Dayro no deja indiferentes. Lo rechazan y lo aplauden. Es visible y controversial, pero pocos desconocen el poder fulminante de sus goles.

Es un ídolo culpable, al que se le perdona todo.

Quedan dudas por los riesgos que se asumen en su regreso. Si la posibilidad de un retiro apoteósico se convierte en un problema.

Su anterior experiencia en Manizales, donde tiene historia, fue un fracaso porque llegó fundido, en pandemia, arropado por las barras; la penúltima fue con título, con Juan C. Osorio y, en la antepenúltima, por su indisciplina tolerada desde la dirigencia, rodó la cabeza del entrenador, Sachi Escobar.

En el camino, en su comienzo, el inolvidable triunfo en la Libertadores.

Dayro no abandonará sus aventuras nocturnas, ni sus conflictos por su apego a las fiestas. Son parte de su vida convulsa, lo que afectará a Corredor, el técnico, quien ha demostrado impericia para conducirse frente a conflictos internos.

Por varias circunstancias el artillero no tendrá, esta vez, márgenes amplios de tolerancia a sus desmanes. Su futbol tiene presente, pese a su edad, pero no futuro.

Dayro pudo ser mejor que Falcao, pero no quiso…Lo traicionó su mejor amigo, el aguardiente.