Hace un par de columnas escribí la primera parte de ‘Basura digital’, el espacio se quedó corto para abordar las distintas aristas. Así que hoy decido continuar.
El periodista Pablo Ágamez, experto en sostenibilidad digital, afirma que la mayor preocupación es la invisibilización de la huella de carbono digital, aún no somos conscientes de la gravedad del tema. Además, que como nos deslumbra la tecnología por sus innumerables aportes a la humanidad, olvidamos este aspecto.
Sobra decir que el ritmo de aceleración digital es exponencial y creciente día a día, gracias también a la anhelada transformación digital, así las cosas, las previsiones de crecimiento de la polución digital no son muy alentadoras.
Y aquí aparece la otra arista, la de la basura electrónica (e-waste), conformada por los llamados Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE), la Universidad de la ONU, la define como: “residuos resultantes de los aparatos que necesitan energía para funcionar y que, al ser desechados, contienen una pila o un enchufe”.
Según las cifras del Monitor Mundial de Residuos Electrónicos 2020 de la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU), al 2019 se producían alrededor de 54 millones de toneladas (Mt) de residuos electrónicos anuales en el mundo, con una proyección al 2030 de 75 Mt. Para este año se calcula que está sobre los 60 Mt.
El informe Monitoreo Regional de Residuos Electrónicos para América Latina, indica que en la última década los desechos electrónicos crecieron en un 49% en nuestra región, con el agravante de que el 97% no son bien gestionados, y pueden incluir 1.700 millones de dólares en materiales recuperables al año (oro, hierro, cobre, plata, aluminio etc). Acá hay una oportunidad no solo en sostenibilidad, sino en cuanto a economía circular se refiere. Por fortuna en la región, Colombia es líder en este tipo de reciclaje.
Mantener el medio ambiente sano depende de la gestión adecuada de los desechos, de ahí que se requiera de un manejo especializado para estos residuos. En Latam hoy solo se gestionan adecuadamente el 3%, estando muy por debajo de la media mundial del 17,4%.
Los dispositivos electrónicos pueden tardar hasta 4.000 años en biodegradarse, además que incluyen elementos tóxicos como plomo y mercurio, entre otros. Por eso es fundamental de nuestra parte garantizar su entrega en centros especializados para su reciclaje, algunos puntos son los centros comerciales y tiendas de aparatos electrónicos.
Estamos sobrediagnosticados, así que lo más importante es la reflexión individual en torno a las pequeñas acciones personales de cambio en la cotidianidad.
Podríamos empezar por limpiar las bandejas de los correos electrónicos, los archivos en nube, las conversaciones antiguas en la mensajería de redes sociales, borrar las aplicaciones que no usamos, evitar el envío de autorrespuestas a todos los mensajes, o el famoso recibido, ya que enviar un correo electrónico puede producir por lo menos 0,3 gramos de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), según estudios de la Universidad Nacional. Tenga presente que cada acción digital genera más o menos emisiones de CO2, así que evite lo innecesario.
Por último, en cuanto al hardware desechado, ubique y use los puntos de acopio de este tipo de basura.
La consciencia individual y colectiva es necesaria en pro del planeta.