El mal empleo del verbo ‘iniciar-se’ –transitivo y pronominal– hace su aparición por temporadas en los escritos de muchos columnistas y redactores de notas periodísticas. La primera vez que me referí a él fue en febrero del 2005 cuando glosé la siguiente frase de LA PATRIA: “…y estaría iniciando el próximo mes” (22/2/2005). Y lo hice doce veces en mis primeros ocho años como columnista; una sola vez, en los ocho siguientes, y la última, en noviembre del 2021, cuando corregí esta frase de El Espectador: “La licitación había iniciado el pasado 12 de mayo…” (11/7/2021).  Hoy, porque hay que insistir, vuelvo a tratarlo, pues lo he leído repetidas veces, por ejemplo, en este consejo de Oasis: “El camino del cambio debe iniciar adentro porque está demostrado que quien busca la paz afuera nunca la halla” (LA PATRIA, 18/1/2023). En las tres oraciones citadas, el verbo ‘iniciar’ debe construirse con su naturaleza de pronominal –“se estaría iniciando”, “se habría iniciado”, y “debe iniciarse adentro”–, porque, como no es intransitivo, sin el reflejo ‘se’ es ‘transitivo’, por lo que pide ‘a gritos’ un complemento directo, que no aparece en ninguna de las tres muestras. En las construcciones con verbos pronominales, el mismo sujeto ejecuta y recibe la acción del verbo. ‘Matarse’, por ejemplo. Con los verbos ‘intransitivos’ no se requiere el pronombre, verbigracia, ‘la búsqueda de la paz comenzó hace mucho tiempo’. 
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‘Estados Unidos será la ‘sede’ del próximo Mundial de fútbol’. ‘Una persona testaruda, como Guspéu, no ‘cede’ en sus caprichos, ni siquiera ante la evidencia de sus deplorables efectos’. La confusión de estos dos términos –‘sede’ y ‘cede’– se debe quizás a la forma como los pronunciamos, pues no hacemos la diferencia que deberíamos hacer. O a un ‘lapsus machinæ’, o a la ignorancia. Mi corresponsal Razuvi me envió la siguiente oración del artículo sobre “Los errores de la paz”, de Clara Inés Chaves: “Como dijo Juan Jacobo Rousseau en su “Contrato Social”, es el conglomerado social el que sede parte de su soberanía” (Eje 21, 27/1/2023). “...el que cede parte de su soberanía”, obviamente. El latín tiene el sustantivo ‘sedes-is’ (de ‘sedere’ - ‘estar sentado’), que significa ‘asiento, silla, escaño, banco; mansión, habitación, aposento; sitio en que uno está’. De ahí viene el castellano ‘sede’ (‘diócesis*; silla, sitial, trono, asiento; domicilio principal de un organismo’), nombre que no expresa la idea de la redactora de la frase glosada. ‘Cede’, sí, inflexión del verbo ‘ceder’ (del latín ‘cedere’ - ‘ir, adelantarse; ceder el paso a alguno; retroceder; retractarse’), que significa, en la frase citada, “dar, transferir, traspasar a alguien una cosa, acción o derecho”. *Santa Sede: Jurisdicción del papa. El Vaticano. 
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La globalización, la facilidad de la comunicación internacional, las redes sociales y el bilingüismo hacen, cada día más, tarea inútil luchar contra los ‘anglicismos’. Pero hay algunos que, por su monstruosidad e inutilidad, no deberían existir. ¿Ejemplo? El siguiente, que apareció en el Trino del día de LA PATRIA: “Argentina en medio siglo lleva dos hiperinflaciones (…) defoltió 7 veces su deuda…” (Sebastián Nohra, 23/1/2023). ‘¿Defoltió?’. ¡Uf! En inglés, el verbo ‘to default’ significa “no pagar el dinero que se debe; no presentarse a un juicio cuando se le ha ordenado, y no hacer parte de una competencia deportiva a la que se ha comprometido”. ¿No tiene el castellano los términos que expresen esas ideas? Por supuesto que sí, aunque en algunos casos no sea una sola palabra, como en el que nos ocupa, que debió ser redactado así: “…no pagó siete veces su deuda”. O “le puso conejo siete veces”, como dicen por estos pueblos de Dios. 
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El presbítero Efraín Castaño escribió: “…alguien dijo que «hay que ser como el cactus que aún en lo árido, florece»…”. Castizamente: “...que, aun en lo árido, florece”. Con tilde, padre, ‘aún’ significa ‘todavía’; sin ella, ‘aun’, ‘hasta’. No está solo: son muchos los que cometen este error.