Hace algunos días en el encuentro de egresados de sociología de la Universidad de Caldas, manifesté, además de mi agradecimiento con el proceso de formación que me permitió adquirir unos lentes críticos para ver y entender la realidad, la necesidad de recuperar y potenciar dos de los valores intrínsecos de la institución: su diversidad y su carácter público.
La Universidad de Caldas recibe año a año a estudiantes de todos los municipios de Caldas y de todas las regiones del país. Jóvenes y adultos de todos los orígenes, trayectorias, etnias y culturas comparten los mismos salones, laboratorios, teatros, auditorios, eventos y residencias, lo que ha permitido nutrir un encuentro intercultural en una ciudad históricamente conservadora, elitista y cerrada.
Esa ampliación de la mirada, ese reconocimiento de la diferencia, esa indagación por el otro que no es tan distinto a mí, no solo ha construido el pensamiento abierto y pluralista de la universidad, sino que también ha moldeado a Manizales en las últimas décadas. Nuevos espacios, mercados, eventos, encuentros y dinámicas se han desatado gracias a este despliegue cotidiano, al que la Universidad de Caldas contribuye decididamente al ser la institución de educación superior más grande y que más atrae estudiantes de otras ciudades. Manizales Cómo vamos calcula que en total los gastos de los estudiantes en la ciudad representan el 5% del Valor Agregado Municipal y estas inversiones provienen casi en un 50% de los estudiantes foráneos.
Al mismo tiempo, jóvenes de todas las clases sociales y trayectorias familiares e individuales comparten espacios académicos y extracurriculares en la institución, aunque con mayor presencia de personas de bajos recursos ya que más del 90% de los estudiantes proviene de los estratos 1, 2 y 3. Esta apertura en el acceso, que ojalá sea potenciada por el gobierno ya que en Caldas solo 1 de cada 10 niños que inicia la escuela entra a la universidad, es una prueba permanente del valor de la educación pública para democratizar el conocimiento.
Esta universidad, que cumplirá 80 años en 2023, es la que recibirá el nuevo rector Fabio Arias, exsecretario de Educación de Caldas y de Manizales. Pese al bloqueo institucional de más de 6 meses al que algunos altos funcionarios y exfuncionarios administrativos sometieron a la institución, obstaculizando el proceso de elección, el camino de la nueva administración empieza mañana.
Uno de los primeros retos de Arias y su equipo será recuperar el tejido social universitario, golpeado por la distancia física de casi dos años en virtud del Covid, pero también por la falta de liderazgo, conocimiento y empatía de la rectoría saliente. Volver a generar diálogos significativos, espacios de escucha real, mediante los cuales se construya y avance sobre la diferencia, es una tarea urgente.
Otro de los desafíos será potenciar la conexión de la investigación, la proyección y la docencia con la identificación y resolución de los grandes problemas internos y del territorio. Resolver asuntos como la apropiación de la sede Bicentenario, las violencias que se ejercen diariamente, las brechas en salud mental, el rezago en infraestructura física, la carencia de Residencias Estudiantiles propias para las mujeres, son solo algunos de los problemas complejos a los que se le tendrán que poner cuidado desde el día 1.
Asimismo, a nivel local y departamental, se reclama que la universidad retome su liderazgo, para construir y ejecutar, junto a otras instituciones del departamento, las grandes misiones territoriales para disminuir las altas tasas de suicidio, impulsar la implementación de un sistema de transporte integrado, diseñar una ciudad y una región más amable para los adultos mayores, acortar las brechas entre hombres y mujeres, conectar genuinamente en infraestructura, dotación y servicios la zona rural y la urbana, crear nuevos mercados, generar más fuentes de riqueza y aminorar la desigualdad económica, entre otros grandes retos.
Si se alinean las capacidades de los docentes, investigadores, estudiantes y trabajadores de la institución con el momento político del país, grandes posibilidades se abrirán. Después de todo, es la primera vez que un gobierno nacional tiene en el núcleo de su discurso la educación pública.
Hay una ventana de oportunidad de oro: la Universidad de Caldas merece y necesita volver a pensar, soñar y ejecutar en grande.