Suelo escribir todos los días reflexiones de carácter literario, con pluma estilográfica, en libretas singulares. En ocasiones comparto algo en esta columna, como ocurre hoy.
Reacción a la cordialidad desmitifica las sombras, en las travesuras que desgranan palabras, fuera de sentido. El circunloquio aparece en el resumen de lo expuesto fuera de cámaras, y las golondrinas se apean en las calles del crepúsculo, con desdibujo de formas. Todo vuelve a la cordialidad de los sentidos fugaces.
La soledad y el silencio circundan las palabras, con el eufemismo del desconcierto y acentúan la ruina de los adjetivos fuera del entorno. El silencio apresura las maneras de pensar al revés, con suposiciones de contraste, en la sombra de los espejos. Y en el de pronto se consuelan voces del desamparo.
Marmóreas efigies del cadalso exponen lo siniestro de la historia, y al vuelo merodean las palomas con mensajes agoreros. La historia misma es un cadalso de agonías y sufrimientos sin cuento. Muy a pesar, la vida reivindica el derecho a la creación y a la alegría.
Encajes de luz y sonido en las tardes, contagiadas de ansiedad, dispuestos a solventar la armonía del instante, resisten a la rebeldía de lo adverso en las sombras. Meticuloso el devenir engasta opciones en lo diverso de oportunidades y reduce el asombro al devaneo de las miradas.
Prodigio en sueños de cordialidad desesperada ilumina el sendero de los cataclismos, y fumiga lo estimado en súplicas contenidas entre cortinas de humo. Los sueños develan sombras encubiertas de fantasía, con retorno en realidades inimaginables. Un cataclismo cualquiera enciende la solidaridad y la esperanza.
De pronto la sorpresa subió los escalones y desde la ventana azul derramó miradas a la calle, en busca de algo perdido. Pero no, se trataba de alguien desprendido del recuerdo, entre luces titilantes de Navidad o Nuevo Año. Quizá fue un despabilar en los recuerdos de la infancia.
Caminar en las lomas de la insolencia despeja bosques en la penumbra de los sentimientos, y abre reacciones de esperanza en el cautiverio de la espera. Lomas en lo simbólico de las dificultades tienden oportunidad para los encuentros, de mejor fortuna. Queda el silencio con apego a la palabra.
La fragancia en los apremios del corre-corre dibuja espacios de aire, propenso a la evasión en aromas y colores. Salto de encrucijadas reconstruye los senderos de eterna bifurcación, hasta alcanzar el infinito en un salto. Esa fragancia retorna a esparcir la gloria de las flores en el jardín aquel.
Momentos de concordia alientan la esperanza en un mundo mejor, o al menos en los espacios de proximidad. Nada podrá vaticinarse en los recovecos del porvenir, pero si podrá haber anuncios que reconforten un tanto la vida, ceñida a las afugias y a las incoherencias.
Interdependencia en relaciones de hostilidad precipita bruma en los oídos y ojos, afectados por la insidia que corroe los espíritus, en franca rebeldía con el sosiego deseado. Rebeldía en la conciencia desquicia la razón y en adelante quedan al vacío los gritos de alarma.
El silencio acompasa las palabras y aviva la voz de los espacios reducidos a la expresión de lo inconforme. El silencio en volutas de humo enciende la trifulca en la atmósfera de conciliación y poderío. Las palabras son hijas del silencio, en el grueso de diálogos tejidos entre buscadores de la verdad.
Impulsos en el advenimiento de las madrugadas favorecen la proclama de la dicha, con verdades de ilusión que al paso de las horas tornan el ambiente al escepticismo. La dicha fue un momento con afirmación del espíritu para sortear aventuras y desilusiones.
El compás de la espera agasaja el sortilegio de las buenas pasiones y endilga palabras en módulos desafinados. La espera es una esperanza desfalleciente, con el sonido de albergue en las ilusiones que cruzan las insolencias de palabras gastadas. Queda en mutismo la esfera de acontecimientos memorables.
Interrupción de voces en la tempestad de los días, precipita la angustia por las calles como incentivo de las causas perdidas. Al interrumpirse el diálogo, el consenso de ambivalencias desborda las posibilidades de encuentro, y la animadversión florece en espinas de punzante agonía.