-“Ladran los perros, señor”. -“Ladran, porque cabalgamos”, es un diálogo atribuido a Sancho Panza y don Quijote, que no aparece en la novela de Cervantes. Aun así, define la envidia que causan las personas exitosas y lo que goza de aceptación colectiva. Por ejemplo, el Aguardiente Amarillo de Manzanares, uno de los emblemas culturales de Caldas.
Fresco está el plagio que intentaron (e intentarán, anunciaron) en Antioquia, donde sacaron un bebedizo suplantador, con inocultable intención de engañar al público. Tal práctica es propia de la mentalidad en esa región: a muchos alimentos industrializados les acomodan el adjetivo antioqueño, para hacer creer que su culinaria autóctona es fabulosa, siendo paupérrima como es. La mayor parte es caldense. Y si no es el contenido, es el envase, como el de la crema agria Colanta, casi igual a la de la vallecaucana San Fernando, más antigua. 
Menos mal, en la Licorera de Caldas se avisparon para denunciar la “infracción de derechos de propiedad industrial y [los] actos desleales de explotación de la reputación ajena, confusión y desviación de clientela” de la antiética competencia. En respuesta, la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) prohibió promocionar o vender la chapucera copia. No se castiga el líquido en sí, que no tiene la misma calidad del original, sino la dañada intención. 
El litigio fue visto en la Licorera de Cundinamarca como la oportunidad de hacerse notar por fuera de ese departamento y demandó a la caldense por “comportamientos desleales” al promocionar el Aguardiente Amarillo. El abogado de la empresa argumentó que la historia que cuentan del licor es falsa e hizo un resumen tan confuso, que permitió a la SIC responder con argumentos lúcidos sobre la evolución de las tradiciones: el Amarillo “sigue siendo un aguardiente pionero, sólo que su fórmula se ha actualizado para ajustarse a los estándares actuales del mercado y, sobre todo, a las normas sanitarias”. Locuta Roma…
Tampoco en la licorera caldense tienen claridad sobre los orígenes del licor. En el afán de poner nombres y fechas, como si ello solo legitimara una historia, omitieron asociarlos con el desarrollo de la Provincia de Mariquita, a la cual perteneció Manzanares hasta 1905. Hay allá una antigua tradición de cultivo de caña panelera y extracción de aguardientes, originalmente medicinales, que podría remontarse a comienzos del siglo XVII. Y por haber sido cruzada la comarca por el importante Camino de Ervé, que comunicaba con el actual occidente de Caldas, era consumido por los arrieros tolimenses que lo transitaban. Lo denominaron el ‘Quitapesares’. 
Quien ha dado más luces acerca de ello, es don Fabio Ramírez, manzanareño, miembro de la Academia Caldense de Historia. Desmintió que “quien «inventó» su fórmula fue Juan de Dios Echeverry”, ni la mantuvo en secreto hasta su muerte. Como licor artesanal que era, no tenía dueño ni inventor, y había varios destiladores: “Alrededor del casco urbano [de Manzanares] era fácil divisar las débiles columnas de humo, que permitían detectar los alambiques clandestinos”. En cambio, “no se sabe si don Juan de Dios fue alambiquero”, pero sí administrador del Sacatín y encargado del control de calidad a las materias primas. (La Patria, Voz del Lector, 18.11.2018). 
Ramírez reafirma el carácter autóctono del aguardiente amarillo, cuando dice que era el favorito de los campesinos en fiestas y velorios. Se conseguía en “botellas tapadas con tusas de maíz o en totumas” y era vendido clandestinamente, con perjuicio económico para la recién creada Licorera de Caldas. De la empresa buscaron al mayor productor, el campesino Camilo Jiménez, para comprarle la fórmula del exitoso licor, “a principios del siglo XX”, dice Ramírez. El destilador, probablemente antioqueño, vendió la fuente de ingresos de toda la comunidad. Acertó al exigir que el licor ya industrializado debería llevar el nombre de Manzanares, para perpetuar su origen. 
Únicamente por ello, cualquier elíxir que trate de parecérsele, en sabor, color, olor o forma del envase, es no sólo una burda imitación, sino, un plagio delictivo. Ya la SIC defendió el Aguardiente Amarillo. Ahora la Asamblea debe declararlo patrimonio cultural de Caldas, que lo preserve de más zarpazos. 
-“Ladran los perros, señor”. -“Ladran, porque triunfamos”, decimos los caldenses.