El Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar evidenció este miércoles que nuestra democracia cuenta con excelentes reporteros que la cuidan. El premio Vida y Obra fue para Fidel Cano Correa, director de El Espectador y artífice de la lección semanal “La redacción al desnudo”, y Daniel Coronell fue elegido periodista del año (¡de la década!). A su lado numerosos nombres fueron reconocidos por trabajar para que las audiencias reciban información que algún poderoso desea ocultar, o para que crezca la calidad del debate público y la gente pueda tomar decisiones informadas.
Varios premios quedaron en manos de periodistas regionales, que lejos del poder y la fama del centralismo bogotano arriesgan su tranquilidad personal para ser contrapoder donde se necesita. Ganaron dos estudiantes de la Universidad de Manizales y dos redactores formados en La Patria, lo cual ratifica lo que escribió hace poco Pedro Vaca Villareal, Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos: “el mejor periodismo en Colombia está pasando ahora, y una parte considerable de quienes lo hacen son de Manizales”. Según Vaca, esta es la mayor derrota de los asesinos de Orlando Sierra.
Al lado de los manizaleños fueron galardonados periodistas que trabajan en Armenia, Medellín, Bucaramanga y Cartagena y otras ciudades, y que conocen mejor que sus colegas de los grandes medios los detalles geográficos, históricos, políticos y culturales de su región. Ahora que el rol del corresponsal está casi extinguido, la alianza entre medios nacionales y locales evita desde desgastes innecesarios hasta metidas de pata. En la tragedia invernal de abril de 2017 una periodista bogotana opinó al aire que era el colmo que las autoridades de Manizales permitieran construir en laderas, en vez de restringir las viviendas sólo a zonas planas, algo que delata que no conoce esta ciudad. Lo mismo ocurrió este 11 de noviembre, cuando alguien tituló “Pánico y temor por emisión del volcán Nevado del Ruiz en Líbano, Tolima” y agregó que “los habitantes temen por sus vidas”, cuando desde hace años la caída de ceniza hace parte de nuestra cotidianidad.
Algunos cobardes aprovechan esa lejanía de los medios nacionales para lavarse por allá la cara que temen dar por acá. Esta semana desconcertó ver a Yamid Amat tan desinformado, sin contrapreguntas para el alcalde Carlos Mario Marín, luego de su oso con Liberland. Sin embargo, aún en esa entrevista blandita, a Marín le quedó grande contestar. Sobre Aerocafé Yamid preguntó: “¿por qué no descartan el sitio donde ya se adquirió la tierra y buscan un lugar donde se pueda volar?” y el alcalde, miembro de la junta de Aerocafé, respondió: “no sé”.
Del emotivo discurso que ofreció Fidel Cano por su Premio Simón Bolívar destaco esta preocupación que es común para el periodismo local: “si la inversión publicitaria se sigue inclinando hacia youtubers, instagramers, tiktokeros, influencers dispuestos a disfrazar de información los mensajes publicitarios o políticos, y si a la vez las audiencias premian la información parcial que solo reafirma el pensamiento propio mientras castigan el periodismo responsable que se toma una pausa, que investiga, que duda, que no afirma sino lo comprobable, el trabajo de los profesionales del periodismo terminaría perdiendo su valor”.
Luego del Brexit, Bolsonaro y Trump se ha debatido bastante sobre las consecuencias de adelgazar el diálogo público a mensajes de 140 caracteres, pero urge aterrizar esa reflexión en lo local. Desde la Unesco hasta la Fundación para la Libertad de Prensa, Flip, advierten que sin periodistas no hay periodismo y sin periodismo no hay democracia. La democracia local se fortalece con periodismo local. Sin embargo, cada vez es más común que los anunciantes, incluyendo entes estatales y políticos, destinen sus presupuestos publicitarios a multinacionales como Google, Facebook, o Youtube, o los usen para financiar bodegas de cuentas digitales dispuestas a ajustar su línea ética al vaivén de su negocio: vendedores de humo que operan como comité de aplausos o de matoneo virtual. Ahí, en las órdenes de contratación, cada anunciante refleja su responsabilidad social y su contribución a fortalecer o debilitar la democracia local. Entre tanto, el verdadero periodismo que entiende que las relaciones públicas, el mercadeo y la publicidad son otra cosa, sigue haciendo su tarea.