En la lista de derechos humanos fundamentales está faltando el derecho al paisaje: a ver y disfrutar gratis de un entorno bonito, con árboles, mucho verde, y ojalá con el canto de los pájaros. Es un derecho conexo al de la salud mental y su falta de protección nos afecta a todos.
Si ustedes llevan un buen tiempo sin subir al Cerro de Oro para apreciar la panorámica de Manizales les ahorro el viaje: ya ni vayan. Hace poco llevé a dos turistas al alto en el que durante tantos años hubo una discoteca, y que era uno de los miradores que ofrecían una perspectiva más amplia de la ciudad, y lo único que logramos ver fue una valla metálica al pie del barranco. La espléndida vista está ahora reservada sólo para quienes compren allí un apartamento de lujo.
Ni qué decir de la Avenida Alberto Mendoza Hoyos, que hoy es una sucesión de moles de cemento al pie del precipicio. Mi colegio quedaba en donde hoy es el Sena y recuerdo que alcanzábamos a ver los nevados durante buena parte del trayecto. Ahora hago ese recorrido a diario, pero los nevados solo se ven en los pequeños intersticios que dejan los edificios.
Por esa zona, frente a Expoferias, queda la Reserva de Hungría, en la que hace poco la constructora taló 168 varas de un hermoso guadual, para dolor de los habitantes que confiaron en que ese paisaje era parte integral del atractivo de comprar un apartamento ahí. La reconocida periodista Beatriz Gómez Sánchez ha venido denunciando la situación en Facebook y este viernes escribió: “el guadual ya no podrá recuperase. Hoy metieron retroexcavadora y se ocuparon de arrancarlo todo. Queda claro que los diseños de la obra nunca contemplaron su protección. ¿Cómo puede ser que esto ocurra cuando la preocupación por la conservación de la naturaleza es el tema de mayor trascendencia en el planeta? ¿Es que el problema es de otros y no de nosotros? El guadual es una especie protegida y en nada obstaculizaba la obra. La Constructora Hungría nunca debió solicitar permiso para talarlo y Corpocaldas nunca debió concederlo”.
La misma impotencia de estos vecinos la viven también los habitantes de Laureles. Por redes sociales y WhatsApp circula un video en el que la veeduría ciudadana Camino de la Palma Real denuncia el plan de la Alcaldía para vender el bosque ubicado detrás del centro comercial Cable Plaza, para que particulares interesados puedan ejecutar allí proyectos inmobiliarios. Esta semana en La Patria varios concejales justificaron su apoyo a la propuesta del alcalde argumentando que el Plan de Ordenamiento Territorial no prohíbe expresamente construir allí y que además “se trata de un bien improductivo del municipio”. Me pregunto qué se entiende por improductivo: son más de 4.000 metros cuadrados de árboles, en los que habitan 57 especies de aves y 37 especies de plantas. Desde mi perspectiva, esas cifras evidencian lo muy productivo que resulta este pulmón verde, sobre todo si se tiene en cuenta que uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible definidos por la Organización de Naciones Unidas es tener ciudades y comunidades sostenibles, y que Manizales no llega ni a la mitad de los 15 m2 de espacio público por habitante que recomiendan los estándares internacionales.
Nuestra región ha tratado de posicionarse como un destino para avistamiento de aves. Recordaré entonces lo obvio: sin árboles no hay aves, y el ecosistema no funciona como un acuario que uno puede vaciar cuando quiere, o trasladar de un sitio a otro. La figura de la compensación por talas forestales urbanas no sólo es legal sino además útil para tranquilizar conciencias, pero no es posible explicarles ese trasteo a las aves y otros animales que habitan los espacios verdes. Si reemplazan por edificios el verde que vemos por la ventana quedaríamos muy aburridos, así prometan sembrar miles de árboles en un barrio lejano.
Es paradójico que esta voracidad del cemento siga avanzando durante el gobierno de un alcalde que cultivó su capital político cuando se sumó a la oposición ciudadana por construcciones cercanas a la Reserva Río Blanco. La bandera verde le sirvió cuando estuvo en la oposición, pero ahora que está en el poder le resbala sin tocarlo ni mancharlo.