Beatriz Zuluaga

Foto | Archivo | LA PATRIA Beatriz Zuluaga.

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En la madrugada de este martes falleció la poeta manizaleña Beatriz Zuluaga, cercana a los 90 años. 

Dedicó su vida al periodismo, principalmente, trabajó en la revista Mujer en Bogotá, en Icontec y en publicidad durante 10 años. Además de ser una reconocida poeta en el país. 

En una entrevista en abril del 2014 para Papel Salmón, separata cultural de LA PATRIA, María Hilda Sánchez Jiménez escribió: "Estoy frente a Beatriz Zuluaga de Morales, una mujer colombiana reconocida por su trayectoria en la poesía, por la forma como nos ha logrado transmitir a los colombianos, como también a intelectuales de América Latina sus versos, para compartir la vida a través de sus escritos. Ha sido una persona que para Manizales es símbolo, no sólo por lo que ha escrito, sino también por su trayectoria como persona. Una escritora que para las nuevas generaciones ha sido un ídolo de referencia fabulosa. Abrió muchos caminos en una sociedad que se ha ido considerando muy conservadora en sus ideales. Beatriz dio pasos enormes para que las mujeres tuviéramos un referente en su poesía, su vida, su obra. Permitió mostrar que las mujeres podemos tener muchas expresiones de libertad, por medio de nuestros escritos y acciones. Por eso, para mí representa un gran orgullo estar en frente de esta mujer a quien hago un reconocimiento por su vida profesional y por su obra. A ella le agradezco permitirme compartir parte de su creación literaria en esta corta entrevista que espero llegue a muchos espacios, personas y experiencias de vida". 

Las primeras obras de Beatriz Zuluaga estuvieron permeadas por la violencia bipartidista propia de los años cincuenta, luego hubo un giro hacia la protesta y el desamor, como reflejo de sus propias vivencias. Y en sus últimos libros, se percibe una preponderancia por lo erótico y por exteriorizar aquello que se desprende de sus propios actos de amor. Dentro de sus obras representativas se encuentran La ciega esperanza (1961), Este cielo boca abajo (1970), Las vigilias del sueño (1989), Eres eros (1997) y A corazón abierto (2004), por mencionar algunas.

"Fui una persona que vivió el futuro en el presente, porque son esas las cosas que se están haciendo con el beneplácito de todo el mundo. De modo que yo nunca tuve un encontrón entre mi vida amorosa y la poesía, o mi vida social y la poesía", expresó en Papel Salmón Beatriz Zuluaga.

Perteneció a la misma generación de Maruja Vieira, Dora Castellanos y Meira Delmar y Carmelina Soto. 

María Hilda Sánchez Jiménez  le preguntó: "En este momento, a pesar de que tú dices que no has vuelto a escribir y que no has tenido hasta el momento algo que te de ese impuso para hacerlo, si hubiera esa oportunidad, no solamente para ti, sino para las personas que quisiéramos revivir tu poesía en la época de hoy, ¿por dónde comenzarías?"

Beatriz Zuluaga le respondió: "Es tan difícil porque yo tengo una frase que es la siguiente: “lo más horrible de la vida es que cuando empieza a saber vivir tiene que aprender a saber morir”. Es muy duro. Para mí en eso se rige la vida, para mí ese es el aprendizaje de la vida y el aprendizaje de la muerte. Puede que la gente no tenga el aprendizaje o la concepción de la muerte muy arraigado. Yo sí lo tengo en temas experimentados del dolor, la tristeza y la angustia. A veces cuando he pensado en escribir, pienso escribir sobre la muerte, sobre lo que significa para mí la partida y muchas cosas. Precisamente esta mañana leía en El Espectador una frase, no exactamente con estas palabras, pero era algo como “la vida es soportable porque existe la muerte”. La leí esta mañana y me sacudió. Eso me dijo una amiga una vez, ¿Beatriz has pensado en suicidarte? Le digo No. Ella me dijo “yo tampoco, yo me suicidaría si fuera eterna, pero si voy a morir para qué me voy a suicidar”". 

La poeta manizaleña indicó en esa entrevista que Omar Morales Benítez fue la primera persona que en el amor la inspiró. En Papel Salmón compartió un poema que le dedicó. "Le escribí esto y voy a leerlo, porque es muy significativo cómo el amor despertó en mí un lado poético"

Déjame recostar mi sed

 junto a tu boca.

Deja la quietud de mis pies

al borde de tus poros.

Dime con esa voz que solo yo conozco

descansa ya detente

no es posible seguir

en busca de más llanto.

Sí, quiero una paz

que se levante diaria

junto a mi sombra,

que vuelvan a mi mesa

el vino y el pan

y a mi lecho el amor.

Desde ahora, descansará mi arco

no más flechas de guerra

en los atardeceres solos.

No más la inútil impaciencia

de rogar un verano,

ni las manos a tientas

buscando recelosa mi propia piel.

Devuélveme en tu rostro

la verdad de mis ojos

y empieza a recorrer mi sangre

en un solo latido

como cuando se piensa un hijo.

Dame el asombro renovado

de tu palabra y también

el silencio que clausura la angustia.

¡Levántame el milagro del olvido!

 

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