Cuando una ciudad elige a su alcalde, está eligiendo al gerente de su ciudad; a alguien que sepa afrontar las vicisitudes y los problemas de una forma práctica, adecuada, oportuna y eficaz; a quien demuestra dentro de la campaña que tiene el mayor conocimiento, la mayor fluidez y las mejores soluciones de gobierno.
Todo esto a propósito de los 100 días de gobierno de Octavio Cardona León en Manizales. Y porque, a pesar de encontrarme dentro de los manizaleños que lo apoyamos en su campaña y votamos por él, hoy nos embarga una sensación de incertidumbre. Octavio se nos presentó como un gran conocedor de la ciudad; en los diferentes foros encontramos un candidato que tenía las cifras claras, que sabía cuál era la situación del municipio y cuáles eran los problemas de Manizales y sus posibles soluciones. Venía de ser exitoso personero y concejal durante ocho años y sus planteamientos tenían sustento en el conocimiento directo de las cosas.
Pero, ¡oh sorpresa! Casi al día siguiente de asumir como alcalde de Manizales, empezó a develar una realidad totalmente diferente de la que nos presentó en campaña. Él, que pregonaba con razón que conocía plenamente el estado de esta empresa llamada Manizales; que había tomado acertadas decisiones cuando hizo parte de su junta directiva; que había escudriñado secretarías, institutos y dependencias a través del control político; que tenía el recorrido de un gran gerente, terminó mostrándose anticipadamente derrotado, prematuramente vencido, y prácticamente incapaz.
Cada alcalde quiere brillar y cada administración trata de acertar. Por eso es inadmisible que Octavio se flagele al encontrar la “olla raspada” y sin recursos en caja para trabajar con liquidez, solvencia y tranquilidad. ¿Qué esperaba entonces? ¿Las arcas llenas, los bancos boyantes, y los dineros a borbotones? ¡No! El buen administrador se conoce es en los momentos difíciles, usando estrategias adecuadas para superarlos.
En estos 100 días ha habido una respuesta cliché del alcalde: “No hay ninguna posibilidad”; “No hay plata”; “Solo nos dejaron problemas”. Vuelvo a preguntar: ¿acaso no sabía del estado real de Manizales? ¿Cómo hizo entonces para elaborar su plan de gobierno y su plan de desarrollo? ¿Con qué cifras trabajó para presentar planes y propuestas de campaña? ¿Sus largos años como miembro de la junta directiva del Municipio no lo obligaban a conocer del estado actual de esta empresa?
O de verdad Octavio no sabía del estado real del municipio (algo inconcebible en un concejal acucioso, estudioso y polémico como él), o aún sabiendo de su estado presentó un plan de gobierno fantasioso, irrealizable y hoy tiene que sacar el espejo retrovisor para escudarse de su impotencia. En ambos casos la situación es demasiado grave. Y no propiamente porque el municipio esté en dificultades económicas (todos los municipios y departamentos del país lo están), sino porque al asumir una posición quejumbrosa y presentar las dificultades propias de la economía como una catástrofe irremediable, lo único que logra es acabar con la credibilidad del municipio y minar la confianza de los manizaleños en su ciudad.
¿Qué dirán el Gobierno Nacional, la banca, los proveedores y, en general, aquellos de quien el municipio necesita plazos, créditos y confianza, cuando encuentran un gerente derrotado, fracasado y promulgador de desastres? ¡Alto, señor alcalde! Y si bien es cierto que en una persona no pueden recaer los conocimientos para encontrar las salidas a todas las dificultades, también lo es que Usted tiene que responder por los resultados, luego debería rodearse de personas que estén dotadas de un mínimo de sentido común para que le ayuden a mirar con otros ojos la empresa que Usted, por voluntad propia, eligió gobernar. Usted no necesita aduladores; Usted necesita amigos que le digan la verdad.
Siento mucho acabar con la luna de miel del alcalde, pero me preocupa Manizales y creo que no es por el camino de las lamentaciones por donde podamos transitar hacia el progreso y desarrollo. Octavio es un buen hombre y creo que él y Manizales merecen mejor suerte. Pregunto: ¿Octavio aspira a dejar las arcas llenas para que el próximo alcalde no tenga sufrimientos económicos? ¡Lo dudo! Por lo tanto, no más lágrimas, por favor, que eso solo nos trae desastres. No necesitamos plañideras. Necesitamos pensamientos empresariales y optimismo gerencial. La ciudad lo reclama.
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