Cartagena. El más grande violinista del mundo es Maxi Vengerov, un ruso de la estepa siberiana, tiene los gestos de un gladiador y una sonrisa maliciosa que se convierte en un soplo de humanidad cuando está enseñando su violín.
Pero su apariencia es un contrapunto de dureza y levedad, de fiereza implacable por la perfección y derroche de imaginación. Desde antes de cumplir los cinco años, cayó en la dulce trampa de las cuerdas de su violín, el instrumento con el que ha expresado sus más profundas emociones.
La vocación temprana por la música se gestó al lado de su padre, un oboísta de la Orquesta de Nobosibirk, que por las noches seguía tocando su instrumento para apaciguar la nieve. La música de su padre debió mecer su sueño tanto como la voz de su madre que dirigía un coro de niños huérfanos que espantaban la pobreza cantando.
El niño de cinco años que maravilló a sus padres tocando el violín debió encantar a aquellos niños desamparados. A los diez años, el niño parecía ya un viejo tocando música del siglo pasado con los mayores, y a los doce inició su carrera meteórica de premios mundiales al ganar un concurso internacional interpretando el Concierto para violín en Re Mayor. Op. 35, de Tchaikovsky.
Maxim Vengerov toca en Cartagena un violín construido por Antonio Stradivarius “Kreutzer” en 1727. Pero su música cruza todos los tiempos, allí no es suficiente decir que algo es viejo o nuevo, porque la música está más allá de esas categorías académicas y eurocentristas.
¿Quién le preguntó al indígena americano si su música era antigua o reciente?, ¿Quién estereotipó los mundos entre oriente y occidente?, ¿Quién le preguntó al africano si su música empezaba al llegar a América, en su vida convertida en objeto del esclavismo europeo? ¿Quién le preguntó si su música era tan antigua como la europea, o de mucho antes, en la noche lejana de la infancia humana? ¿Quién inventó esas categorías de las que tanto se habló en esta semana en el Cartagena Festival Internacional de Música? ¿Quien trazó fronteras entre las comunidades?
No fueron los artistas. No fueron los sabios. Fue la política y la jerarquía del poder. Esa perplejidad también cruza por la mente del más grande violinista, quien en 1997 fue nombrado Embajador de Buena Voluntad de Unicef, primer intérprete de música clásica que recibe esa distinción. La pasión está en sus manos y en su alma. Sin esa devoción, el violín sería una madera silenciosa y dormida.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015