Crónicas de una revolución
Autor

Institucional

En las pintorescas tierras de Caldas, un motivo de regocijo y esperanza se extendió como un cálido abrazo. En el corazón de esta aventura estaba el equipo de la "Revolución de la Vivienda", cuya labor incansable cambió para siempre la vida de varias familias en el ocaso del ocho de octubre. Tres en Manzanares, otras tres en Marulanda, una en Belalcázar y otra más en San José fueron las protagonistas de este viaje cuyo destino final era su nuevo hogar.

El relato de cada una de ellas transporta a un viaje lleno de desafíos y determinación cargado de retos diferentes, pero no intrascendentes. Uno de ellos se hizo tangible luego de recorrer tres largas horas en automóvil, seguidas de una adicional a caballo, mientras se cruzaban ríos, puentes colgantes que se balanceaban como promesas y terrenos escarpados que probaban la resistencia de los viajeros. Hasta allí, a la casa de don José Bianor Patiño ubicada en la vereda Rincón Santo de Marulanda, llegó el equipo de la "Revolución de la Vivienda".

Fue en este rincón de esperanza donde se construyó un nuevo hogar que le abre la puerta a la dignidad de la familia Patiño. Una vivienda en la que seguirán construyendo sus sueños don José, su esposa, su nieto y sus hijas. Este nuevo comienzo marcó el fin de una era donde una casa de bahareque con piso de tabla había sido el escenario de una vida compartida con nueve hermanos, y luego, el refugio para sus dos hijas.

Don José Bianor compartió entre la nostalgia y la alegría, las emociones y pensamientos que le embargaban, mientras que recordó las innumerables historias que albergaba su modesta casa anterior y las muchas otras que espera que nazcan para su familia en su nuevo hogar.

Ana Delia Gómez, su esposa, expresó su alegría por tener su vivienda propia y agradeció a quienes hicieron posible este sueño. "Nosotros vivíamos en la casa de al lado, el alcalde nos dijo que éramos beneficiarios y hoy estamos muy contentos por todo. Estas casas están en el suelo, no en el aire. Al Gobernador muchas gracias", expresó.

Centenar de metros antes sobre la carretera, en Manzanares, la historia de alegría se repitió en el hogar de doña María Doris Buitrago y su esposo, Pedro Luis Gómez. Vivir en una casa deteriorada por el implacable comején era su realidad, esa que por fortuna dejaron atrás.

Su agradecimiento por tener una nueva casa donde el frío y el viento no se sentirán tan fuerte, no se hizo esperar: "Yo le quiero decir al Gobernador que gracias por haberme dado la casa. Sentimos mucha alegría de ver esta vivienda tan hermosa que nos dieron. A todos los ingenieros y maestros de obra, gracias por construir este hogar que tanto estábamos necesitando. A todos, Dios les pague".

Este programa de vivienda rural que ha sido una de las banderas del Gobierno de Caldas, lleva su labor a las zonas más apartadas y de difícil acceso del territorio, donde los caminos desafían a diario a quienes los transitan. La entrega de materiales esenciales se hace a lomo de mula, a hombro y en costales si es necesario, acciones que se convierten en un recordatorio poderoso de que la dignidad y el bienestar no conocen fronteras ni obstáculos cuando son un propósito firme.

Para los beneficiarios, estas viviendas representan mucho más que simples estructuras de ladrillos y cemento; son la dignificación del campo y de sus vidas. Como destacó el gobernador de Caldas, Luis Carlos Velásquez, con esta apuesta "estamos conectando a nuestras familias con servicios públicos, con hogares sismo-resistentes para brindarles dignidad. Nos propusimos impactar la vida de las familias más vulnerables de Caldas y hoy podemos decir que es un hecho".

Estas familias, así como los 2181 caldenses beneficiados que engrosan la lista de viviendas dignas, son un testimonio vivo de la esperanza que florece gracias a la semilla que riega sin descanso la Revolución de la Vivienda.