El acoso sexual es una realidad que no puede ocultarse. Hemos visto casos aberrantes en los ámbitos más insospechados con desarrollos que aún requieren una mayor profundización para castigar como es debido a los responsables. Hay conductas que, en ese sentido, han sido normalizadas irregularmente y frente a las cuales es fundamental generar una nueva cultura de rechazo, si queremos que la sociedad cambie y empiece a evitar de manera natural que estas cosas ocurran.
En ese sentido se desarrolla actualmente en la Universidad de Caldas la campaña contra el acoso Se vale hablar, consistente en mensajes en pisos y en paredes que invitan a las víctimas a que denuncien y sepan cómo y en dónde hacerlo. El Comité de Política de Género de ese centro educativo impulsa esta iniciativa, como consecuencia de algunas denuncias que ponen de presente que algunos profesores acostumbran usar expresiones de contenido abiertamente acosador. Ahora hay que sensibilizar para que este tipo de situaciones no se vean como algo natural.
En medios como el universitario, donde hay tanta variedad de etnias, procedencias y culturas, así como tantas posiciones ideológicas y políticas; en fin una pluralidad tan amplia, son cotidianos toda clase de acosos y violencias entre los miembros de la comunidad universitaria. Para hacerles frente este tipo de ejercicios requieren continuidad y consistencia, no solo en asuntos de género. No obstante, la actual campaña constituye un buen comienzo para luchar contra discriminaciones, acosos y toda clase de actos inadecuados contra la dignidad que tienen que ser derrotados. Desde luego que no es una actitud generalizada, pero unos pocos casos pueden hacer turbio un ambiente de convivencia al que deberíamos aspirar construir completamente sano y con equidad de género.
Como la campaña se hace de manera general, sin discriminaciones, lo clave ahora es que hombres y mujeres que en cualquier escenario de la universidad hayan sido víctimas de estos comportamientos reprochables deben ahora proceder a las denuncias directas y concretas, para avanzar de manera franca en la eliminación de la cultura del acoso. Lo vital es dejar atrás los temores y confiar en que la ruta de denuncia que ofrece la campaña apuntará a las soluciones. Tanto víctimas como victimarios deben saber cuáles pueden ser las consecuencias, para que en sus mentes actúe el control social necesario y las decisión de actuar para ponerle punto final al acoso.
La Universidad de Caldas está tomando por los cuernos una situación que en otros centros universitarios de Colombia viene generando problemas de gran calado, algunos (aunque muy pocos) que inclusive han escalado hasta el tratamiento de abuso sexual en manos de la Fiscalía. Puede considerarse que esta es una realidad que no es nueva, y que la preocupación creciente se relaciona con el movimiento mundial #MeToo, que ha destapado toda clase de abusos que involucran inclusive a famosos en esos delitos.
No solo en las universidades sino en todos los espacios es necesario que como sociedad rechacemos la violencia por razón de género. Toda clase de violencia es censurable, desde luego, pero la que involucra motivos de género tiene elementos que deben despertar la atención de todos en ámbitos laborales y en otros que contegan relaciones de dependencia. Esos escenarios son aprovechados por los acosadores para tratar de sacar partido de la situación. En estos casos más que el escarnio público los sistemas de justicia deben actuar para que haya un castigo que corresponda a las normas que se tienen para ello. En el caso de las universidades su autonomía no puede ser obstáculo para avanzar en las investigaciones y sanciones que deben ir hasta las últimas consecuencias.
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